Gracias (Capítulo 11)

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Rubén despertó cuando Mangel ya casi se iba.

-          Voy al baño – dijo Ángela, levantándose del suelo del living, donde habían estado planificando el trabajo. O algo así.

-          Vale, yo me voy yendo.

-          Como quieras. La puerta está abierta. Nos vemos el lunes.

-          Vale – sonrió, tímido. Le subía el ánimo llevarse bien con Ángela, después de haberse sentido tan culpable por obligarla a cuidar de Rubén prácticamente toda la noche.

Ella hizo un gesto vago con la mano y desapareció por las escaleras que subían hasta el baño. Mangel se levantó del suelo, con las piernas doloridas, cuando alguien le tomó la mano.

-          ¿Mangel?

Este se volvió hacia el sofá. Rubén intentaba abrir los ojos a duras penas. Tenía las sienes sudadas y el rostro aún más pálido de lo normal.

-          ¿Rubius? – se agachó a su lado, pasándole una mano por la frente. Estaba helado.

-          ¿En dónde cojones estoy? – preguntó con voz ronca.

-          En la casa de Ángela – contestó Mangel, no muy seguro de cómo explicarlo.

-          ¿Ángela? – se extrañó, pero no dijo nada al respecto. Parecía al borde de la inconsciencia, otra vez.

-          Larga historia. ¿Cómo te sientes?

-          Como si hubiera pasado la noche entera golpeando a veinte tipos.

Mangel rió, muy a su pesar.

-          ¿Qué hacías ahí? Te podrían haber matado, ¿sabes? O te podría haber dado algo al corazón; parecías al borde del colapso. ¿Por qué estabas ahí?

-          Creo que es un buen momento para volverme a desmayar, ¿no te parece?

-          Vale, nada de preguntas por ahora. ¿Quieres que te lleve a tu casa? No tengo auto, pero puedo acompañarte o llamar a Al y-

-          No – zanjó Rubén. Su mirada se ensombreció –. No hace falta.

Intentó sentarse de pronto, pero se tambaleó. Mangel lo ayudó a acostarse de nuevo.

-          Necesitas comer algo. Son las cinco de la tarde, no has comido nada en casi un día.

-          Genial. ¿Le dirás a Ángela que cocine para mí? – ironizó, echándole una mirada de mala gana.

-          No, pero puedo llevarte a comer. Si logras pararte sin entrar en coma, claro.

Rubius rió entre dientes, aunque pareció más un bufido que otra cosa.

-          No tengo dinero.

-          No seas imbécil, puedo pagar-

-          ¿Y dejar que te gastes todo tu dinero para darme de comer, como si fuera una puta?

-          Por suerte eres barata. Anda, levanta el culo.

Mangel tomó a Rubén por los brazos y jaló de él hacia arriba. Este logró caer sobre sus pies, pero vaciló. Fueron avanzando despacio hacia la puerta de entrada, Rubius sosteniéndose la cabeza con una mueca de dolor. Miguel contuvo el impulso de sostenerlo.

-          ¡Ángela! – gritó Mangel hacia las escaleras - ¡Me llevo el cadáver!

-          ¿¡Qué!? – se oyó, junto con un ruido de algo que se derrumbaba.

Son solo tres Palabras (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora