Destruido (Capítulo 27)

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Rubén despertó antes de abrir los ojos.

A través de sus párpados cerrados podía percatarse de los pequeños rayos de sol que se escurrían por la persiana. Poco a poco, sus sentidos se fueron despertando con él.

Olió a tostadas y jugo de naranja.

Removió la lengua dentro de su boca. Tenía hambre.

Escuchó, a lo lejos, el motor de un auto al encenderse y una radio que hacía interferencia.

Sintió frío en el brazo que tenía colgando del borde de la cama, con los dedos casi tocando el piso.

También sintió una mano hacerle cosquillas en ese brazo.

Rubén, medio adormilado como estaba, sonrió involuntariamente. Las cosquillas fueron ascendiendo hasta su codo, cada vez menos cariñosas. Cuando por fin Rubius se percató de que aquello no era normal y quiso retirar el brazo, una mano que apareció desde debajo de la cama le agarró la muñeca con una violencia casi sobrenatural, seguida de un grito espeluznante << WAAAAAAAAAAAAAAAAGH >>.

- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! – Rubén gritó como una niña, intentando zafarse del agarre de esa mano.

Lo logró. Se apartó hacia el otro extremo de la cama y miró, con ojos llenos de horror, cómo Mangel se levantaba del suelo, riéndose y señalándolo.

- Cómo... - decía entre risas Mangel. – Cómo... ¡CÓMO CAÍSTE, CABRÓN! – se carcajeó, arrojándose a la cama. - ¡HAS GRITADO COMO UNA NIÑA!

- Eres... eres un... - balbuceó Rubén, frotándose la muñeca que Mangel, en su estúpida broma, había agarrado. – Eres un... ¡GILIPOLLAS! ¿¡CÓMO TE ATREVES A HACERME ALGO ASÍ!? ¿¡ESTÁS LOCO!? ¡CASI ME MATAS DE UN INFARTO! ¡HEY, PRINGAO! ¡ESTOY HABLÁNDOTE!

Pero Mangel no lo escuchaba; estaba demasiado ocupado riéndose de la cara de Rubius.

Rubén se había quedado a dormir en la casa de Mangel. Miguel se lo había ofrecido el día anterior, en vistas de que había sido un día de mierda. Con la pelea de Red, la suspensión y el encuentro con su familia, Rubén había quedado destruido.

Casi podía oír las palabras de Mangel en sus oídos, abriéndose paso en la oscuridad como un rayo de luz.

<< ¿Quieres quedarte a dormir en casa hoy? >>.

Incluso le había dejado darse una ducha y prestado ropa limpia.

No habían hecho... nada de... eso. Pero el hecho de dormir juntos por primera vez, e incluso en una misma cama, era lo más lejos que habían llegado.

Así que ahí estaba.

- ¡MANGEL! – gritó Rubén, para hacerse oír entre sus carcajadas.

Al ver que Mangel no lo escuchaba, se le tiró encima y comenzó a besarlo por todas partes, con más odio que amor. Mangel no podía sino reír.

- Vuelves a hacer eso – le amenazó. Ahora, en vez de besos, eran mordiscos. – y no me detendré aquí.

- ¿Y qué si lo hago? – aventuró Miguel.

Rubén puso ambos brazos a cada lado de la cara de Mangel y lo miró desde arriba, sosteniéndose. No pudo evitar sonreír.

- No lo harás. – le soltó.

- ¿Eso crees?

- Sí.

Son solo tres Palabras (Rubelangel)Where stories live. Discover now