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Un mes después de la pedida de mano.

Sophia.

Había pasado un mes desde que me comprometí con el hombre que amo, mi vientre de dos meses de un embarazo múltiple ya era más notorio y difícil de ocultar. Todos los empleados de la residencia de la isla, Seok, So Ji y Raysa me mimaban más de lo usual cada vez que Theo viajaba a Seúl. Y a él, cada vez le costaba más separarse de nosotros.

Sin embargo, debía ir, no podía dejar a la organización sola, después de que intentaran destituirlo de su puesto como presidente. Kim Haneul se mantenía en Corea cada vez que Theo regresaba los fines de semana a la isla para verme.

Mi madre venía todos los atardeceres con Noah a visitarme y verificar que estuviera comiendo adecuadamente; mi padre los acompañaba de vez en cuando trayendo regalos para sus nietos, todo un abuelo consentidor. Y pensar que quería que los abortara. Él se está esforzando mucho para obtener mi perdón por lo sucedido, y aunque lo ame con todo mi corazón, no es algo tan sencillo de asimilar. Pero, tiempo al tiempo.

— No me quiero ir, pescadito. Mi abuela y Hun se encargarán de todo — me dijo, mientras se aferraba a mi cuerpo desnudo.

— Mono, debes ir. Solo faltan dos semanas para la boda, y podremos viajar juntos a Seúl — intenté darle ánimos.

—Yo no quiero seguir durmiendo solo. No puedo dormir si no estás a mi lado, y eso malo para mi salud. Mejor me quedo aquí — dijo como niño chiquito, besándome el cuello.

— Ni qué durmiéramos mucho cuando estamos juntos en una cama — me burlé.

— En mi defensa, debemos recuperar todo el tiempo perdido — entrelazó nuestras piernas.

— Mi padre ordenó que durmiéramos en cuartos separados hasta el matrimonio. Y no creo que sea correcto que sigas sobornando a los guardias para colarte en mi cuarto — me apoyé en su pecho desnudo, mientras él acariciaba mi cuero cabelludo con sus dedos.

— ¿De qué te cuidan? No creo que quedes más embarazada de lo que ya estás — le golpeé el pecho con la mano.

— ¡Idiota! — lo insulté, intentando levantarme de la cama, jalando las sábanas color coche vino, pero él las retuvo entre sus manos.

Él soltó una carcajada y me miró el vientre con adoración.

— Eres digna de ser retratada como la obra de arte que eres, pero no creo que sea capaz de soportar que otro hombre te vea desnuda — entrecerré los ojos—. Ellos cada vez están más grandes — dijo perdido en la protuberancia formada en vientre. Esa imagen de él observándome me derritió de amor y ternura —. ¿Mi leche los estará ayudando? — soltó, rompiendo mi burbuja de amor y ternura.

— ¡Eres un puerco! — me quejé molesta. Sonrió con satisfacción, palmeando la cama para qué me eché nuevamente junto a él. Lo miré dudosa, pero él volvió a insistir.

— ¿Total? Primero soy un mono, ahora un puerco. Si quieres un zoológico, puedo armártelo — bromeó.

Suspiré agotada, no podía enojarme con él y mucho menos ahora que solo nos quedan horas juntos antes se vuelva a Seúl.

— ¿Viajarás a la medianoche? — pregunté triste. Él asintió.

— Mañana a las 6 de la tarde en Seúl, tengo una reunión con el directorio— me contó—. Y tú, ¿qué harás mañana?

— Debo verificar que las invitaciones de la boda estén correctamente hechas, y que no haya ningún error. También deberán modificarme el vestido — hice puchero —. Mi panza crece cada vez más y más, no quiero verme fea el día de nuestra boda.

AMAR ENTRE REINOS [02]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora