Capítulo 1

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¿En qué mundo nacen los monstruos?

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¿En qué mundo nacen los monstruos?

No me refiero a esos monstruos... no la clase de monstruos que asustan a los niños, ni los que juran emerger de la oscuridad, del closet o hasta debajo de la cama. Ninguno de esos. Hablo de los monstruos reales. Los que salen a la calle como cualquier otra persona.

No digo que los monstruos de los mitos no merezcan mérito, algunos de ellos son de verdad terroríficos. Solo que estos otros son... fascinantes. Ellos solo necesitan, me corrijo, nosotros solo necesitamos el acceso a una mente y desde ahí dentro podemos destruir a su dueño. Sin fuerza, sin cicatrices y sin... remordimiento.

Los monstruos no debemos sentir remordimiento porque no tenemos conciencia.

No debemos tenerla y por eso me siento patético cada vez que me presento ante su tumba.

Eso sí es espantoso.

Era de madrugada y allí estaba hincado sobre una rodilla a pesar de que el forraje verde que tapizaba el cementerio estaba mojado por culpa del rocío. Y también dejé el ramo de claveles azules con lirios blancos frente a esta lapida a pesar de yo quería arrodillarme frente a la de alguien más.

Debía resistir. Tenía que soportar otro mes antes de presentarme ante ella. Era un acuerdo conmigo mismo y no iba a pisotear mi propia fuerza de voluntad... No estaba dispuesto a desmembrar mi propio orgullo para cumplir un capricho.

-Elídan Denzel -leí en voz alta el nombre grabado sobre el mármol y me levanté-. Elídan, el chico bueno. ¿De verdad fuiste un buen tipo? ¿Y si ellos supieran lo que yo sé de ti? ¿Y si los demás conocieran nuestros secretos? ¿Seguirán creyendo que eras un buen tipo? ¿Seguirían llamándote «su amigo»? ¿Seguirían lamentando tu muerte?

A menudo escupía toda clase de argumentos para arrebatarle a ese chico el afecto de sus seres queridos vivos aunque sé de sobra que ninguno de ellos va a odiarlo... porque él ya está muerto.

Es muy gracioso... el mundo de los muertos no se parece en nada al de los monstruos ni al de los humanos. Los muertos ya no comenten errores... Ellos ya no tienen que debatirse a qué mundo pertenecer, ellos solo soltaron su último suspiro y listo: purgaron sus pecados. Escaparon de su mundo. Todavía así, es preferible seguir vivo en lugar de morir y volverme un «santo» como él. Cargaré con mis pecados hasta que la muerte me atrape.

Ah, mis pecados.

¿Qué tiene que ver esa tuba y el esqueleto allí enterrado con ellos?

Será que... ¿Elídan forma parte de mis pecados?

De vez en cuando yo mismo me lo cuestiono.

¿Si no tiro del gatillo, pero no hago lo suficiente para evitar que la bala alcance el blanco, me convierto en un cómplice del tirador?

Me di la vuelta y deslicé la mirada por el cementerio antes de irme. Cada vez que lo hago pienso en lo irónica que es la vida: es posible que los humanos se conviertan en monstruos y es inevitable que los monstruos terminen enterrados con los muertos.

Muertos, monstruos y humanos... todos se encuentran en algún punto del viaje. Y dos de esos tienen ciertos deseos en común. El más aterrador es el deseo que de vivir.

LA DAGA DE PAIN©Where stories live. Discover now