Capítulo 18

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Los casqueos no se detenían y ese sonido acabó por sacarme de mi sueño

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Los casqueos no se detenían y ese sonido acabó por sacarme de mi sueño.

Eran las aves picoteando el cristal del parabrisas.

Ya era de mañana.

Estaba en mi auto.

La ansiedad de la noche anterior me arrastró hasta ahí.

¿Dónde es aquí?

Enderecé la espalda para despegarla del duro asiento.

La calefacción también era una estafa: mis músculos estaban rígidos como si hubiese pasado la noche en el exterior.

Una vez que mis brazos consigueron abrazarse al volante, me permití escrutar los alrededores.

Mi auto estaba estacionado en una zona escolar.

La noche anterior, había sufrido el mayor eclipse neuronal que hubiese experimentado en años. Conduje sin rumbo durante horas en busca de un lugar en dónde pudiera calmarme. Por eso no entiendo por qué de todos los lugares existentes había escogido ir hacia mi antigua preparatoria y pasar la noche en ese congelador que decía servir de automóvil.

Busqué mi teléfono móvil y cuando intenté prenderlo me di cuenta que estaba muerto, la batería se agotó.

Hurgué en la guantera y de bajo de los asientos no había ningún indicio de licor embriagante en el vehículo, tampoco en mi aliento. No necesitaba alcohol, mi cacumen era más que suficiente para provocarme síntomas muy similares o mucho peores.

Era un fiel creyente de que no valía la pena llorar por el combustible derramado, así que bajé del auto darle la bienvenida a ese nuevo día.

El cielo lucía amenazante.

Asistir a clases con un clima tan sombrío no debía ser para nada apetecible para esos cientos de estudiantes que entraban al patio colegial.

Estiré los brazos y espalda. Tenía la sensación de que cada uno de mis tendones estaba engarrotado. El traqueteo que emitieron mis huesos al moverme me resultó irritante, parecía que mi esqueleto iba a separarse en cualquier momento.

—¿Es usted, doctor? —Esa voz me hizo darme la media vuelta.

Entorné los ojos.

Eobs-iu... Tú eres.. Jake. ¿Estoy en lo correcto?

No esperaba volverme a encontrarme con él

—Si, soy yo, pero ¿qué hace usted aquí?

—La respuesta no te dará ningún beneficio, no mayor que el que te dará averiguar por qué estás tú aquí.

Jake procedió a ladear la cabeza y siseó una risilla.

—Es la segunda vez que lo veo y sus palabras resultan más confusas que la primera —admitió.

LA DAGA DE PAIN©Kde žijí příběhy. Začni objevovat