Capítulo 25

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—Ahora —anunció Marco y sus hombres tomaron sus lugares en cuanto lo escucharon dar la orden

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—Ahora —anunció Marco y sus hombres tomaron sus lugares en cuanto lo escucharon dar la orden. Habían ensayado mucho antes de nuestra llegada. Estaba todo muy bien planeado.

Se movieron con tanta coordinación que incluso podrían haber pasado por un escuadrón militar. Me lo habría creído e incluso presentado mis respetos si no se hubieran visto como la mafia.

Cuatro de ellos sostenían un tubo de metal en las manos.

Me fijé en el hombre que llevaba el cabello rapado, el tubo que tenía en su poder perdía el color metálico en la parte inferior porque estaba teñido de rojo, manchado de sangre. Así supe que él había sido aquel considerado que me golpeó la cabeza para ahorrarme la fatiga de subir las escaleras.

Entonces ¿la sensación húmeda que me recorría la nuca era la sangre que emanaba a partir del golpe y se iba deslizando por mi cuello?

—¿Sabes algo, Axel? —estaba diciendo Marco. Suspiró y yo tragué saliva antes de verlo—. Tomaste esta daga sin pensar en las consecuencias. Consecuencias que en definitiva le espera al que la posea. —Caminó hacia mí, acariciándo la hoja del puñal con las yemas de sus dedos—. Aquel que tenga el valor para poseer esta daga se otorga así mismo como tributo al dolor. Ese es su destino, tú destino.

Ridiculeces, eso es lo único que oía salir de su boca. Ya no era aquel ingenuo de dieciocho años para caer en sus tonterías.

—He vivido tanto tiempo abrazando las espinas que me resultaba difícil distinguir el dolor —mascullé.

—Porque ese es un destino mucho más cruel —dijo Marco, inclinandose para verme a los ojos.

—No existe el destino —murmuró Lisseth, creando coro con la voz de Hale.

—¿Quieren apostar? —preguntó Marco con tono desafiante, dándose la media vuelta.

En ese instante comencé a desear que el destino de verdad existiera, no quería dejarlo a la causalidad. Si el destino existía no sería mi culpa, yo no sería el culpable si ellos resultaban heridos. Dejando lo anterior a un lado, ¿cuáles eran las probabilidades de que todos ellos compartieran el mismo destino?

Marco miró a los hombres con los tubos. Estos obedecieron la señal de inmediato y se colocaron detrás de lo rehenes, dos a la izquierda y dos a la derecha.

Voltee de un lado al otro varias veces. Después de eso no no tuve tiempo para pensar en lo que estaba por ocurrir.

Los hombres alzaron los brazos para tomar impuso y luego de  eso los tubos se impactaron contra los cráneos de Cristian y Melissa casi al mismo tiempo con tanta fuerza que provocaron un estruendo metálico siniestro.

Cerré los ojos, pero se volvieron a escuchar golpes.

—Abre los ojos —murmuró Marco.

Los abrí.

LA DAGA DE PAIN©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora