Capítulo 9

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El olor agridulce que impregnó mis fosas nasales al cruzar la puerta no fue suficiente para rejuvenecer mi energía

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El olor agridulce que impregnó mis fosas nasales al cruzar la puerta no fue suficiente para rejuvenecer mi energía. Necesitaba meterme cafeína en la sangre con urgencia antes de ir al hospital.

—No te ves bien hoy, Dae Min —dijo Zackary, el dueño de la cafetería.

Park Dae Min es mi nombre coreano y Axel Park el internacional, necesitaba uno y usaron el nombre que estaba grabado en el brazalete que usaba cuando me encantaron. No obstante, debo admitir que Dae Min es mucho mejor porque significa Gran Intelecto. Perfecto para mí.

Intenté aislar el bisbiseo de la gente, para concentrarme solo en una voz.

—Terrible... Jajaja. Así te ves.

—Ni lo menciones, no dormí nada anoche —le respondí, pasándome la mano por el cuello.

Zackary fue la única persona con la que retome contacto en cuanto salí de prisión. Su nombre de nacimiento es Park Hon Jae (Enseñanza y Respeto). Es mi primo, más bien el primo del niño al que remplacé. Crecimos demasiado cerca el uno del otro y debido a eso acabó convirtiendose en lo más cercano a un hermano mayor. Se casó hace algunos años y abrió su primo negocio.  

Su familia me apoyó para que pudiera terminar el bachillerato con un poco de normalidad en mi vida. Se ocuparon de mí cuando mi padre adoptivo falleció, cubrieron todos los costos asociados con mi educación y me matricularon en una buena escuela.

—Llevame un café a la mesa.

—¿Americano con chocolate y un toque de vainilla, sin azúcar? —inquirió.

—Aja.

Avalé con la cabeza y fui a sentarme a una de las mesas y saqué el teléfono de mi bolsillo para ver la hora.

—¡Samchon! —gritó la voz de un niño.

Me giré de inmediato y que uno de los hijos de Zackary. El chiquillo iba llegando de la mano de su madre y la soltó en cuanto me vio voltear. La niña de la izquierda, imitó a su hermano y vinieron despavoridos a mi encuentro.

Decir correctamente sus nombres era la mayor de mis preocupaciones en ese momento. No apetecía quedar como un tonto frente a mentes tan precarias.

—Kadara, Kadal —los saludé, rogando para no errar.

¿Por qué la gente ya no le pone nombres normales a sus hijos?

No comprendía cuál era el significado u origen de dichos nombres.

Que fueran niño y niña y no gemelos idénticos me facilitaban mucho las cosas, así podía basarme en la ropa y el cabello para distinguirlos. Dos varones o dos mujeres iguales requerirían mi completa atención y no estaba dispuesto a malgastarla en trivialidades.

—Se ven más grandes desde la última vez —les estaba diciendo.

Le sacudí el cabello a la niña y choqué el puño con el niño.

LA DAGA DE PAIN©Kde žijí příběhy. Začni objevovat