–¡Hola querida! –la voz de la mujer parece súbitamente alegre, aunque su voz permanece llorosa, lo que hace que mi corazón comience a latir con velocidad dentro de mi pecho.

–A-Anne... –vacilo. –¿Está todo en orden?

–Por supuesto que lo está. –ella se ríe y sé que está o estuvo llorando. –Harry ha despertado.


El aire se atasca en mi garganta y mis ojos se dilatan a más no poder. Después de una semana revolcándome en mis lamentos sobre lo que pasaría cuando este momento llegara, me es imposible asimilar la idea. El mero pensamiento de volver a ver sus ojos verdes y su bella sonrisa, me llena de una felicidad que nunca antes había experimentado. Me levanto de un salto del cantero súbitamente emocionada. En este momento no pienso sobre la posible amnesia, solo pienso en volverlo a ver despierto después de casi un mes estando inconsciente.

–¿En serio? ¡Eso es... eso es... mierda, es genial! ¿Cómo está?


–No lo sé. Él simplemente abrió los ojos confundido, me sonrió y yo llamé al médico desesperada. Se lo han llevado a hacerle los últimos estudios para comprobar si tiene... ya sabes, amnesia.


–¿No te han dicho nada? –interrogo.

–No, ya sabes como son. De todos modos, me reconoció, o eso creo.


–Vale. –sonrío, con renovadas esperanzas. Si ya había reconocido a alguien, tendría que reconocernos a todos nosotros también. –¿Voy ahora o...?


–No, cariño, termina tu día. Todavía no sabemos nada y no creo que lo veamos hasta dentro de un tiempo, así que sería perder clases sin sentido si vienes ahora.


–Tienes razón. –murmuro mordiendo la uña de mi dedo meñique. –Cuando salga voy para allá.


–Eso sería genial. Cualquier cosa te aviso, cielo.


Me despido de Anne y corto la comunicación, entrando de vuelta a la facultad, dispuesta a terminar mi día, justo como la madre de mi novio había sugerido. La idea de él despierto hace que una sonrisa se plante en mi rostro por el resto de las horas que paso en la universidad.

Quizás las cosas no son tan horribles después de todo.


(...)


Entro al hospital por la puerta de emergencias con un ramo de flores en la mano, tarareando una estúpida canción que Jay me ha pegado. Sé perfectamente que Harry dirá que las flores son algo demasiado gay para él, pero tengo que llevarle algo más que mi evidente felicidad y no se me ha ocurrido más que un lindo ramo de fresias. De todos modos, las flores son lo que menos me preocupa en este momento.

He quedado con Anne en el bar del hospital para almorzar y hacer tiempo hasta que nos dejen ver a Harry. Cuando llego al lugar en el que la mujer me ha citado, rápidamente lo recorro con la mirada buscando la mesa que compartiré con ella y Gemma. Al visualizarlas, camino hasta ellas y tomo asiento. El almuerzo transcurre en una calma que rara vez he experimentado durante este mes que ha pasado. Incluso nos permitimos divagar entre otros temas y reírnos de algunos chistes que Gemma hace. Actuamos como si nada hubiera pasado, o aun mejor, como si todo ya estuviera solucionado.


Al finalizar el almuerzo, cada una paga su parte y nos levantamos abandonado el acogedor bar del hospital Wellington. Nuestros pies marcan el ya memorizado recorrido hacia las habitaciones de Terapia Intensiva, donde pedimos que nos dejen entrar a la habitación 4 para terminar de recoger las cosas que hay ahí y llevarlas a la habitación regular que le han asignado a Harry, puesto que ya no es un paciente de riesgo. La enfermera nos deja pasar luego de firmar la planilla y entramos a la desértica habitación. Juntamos las pocas pertenencias tanto de Harry, como de Anne o mías que hay en el lugar y salimos con todo en nuestras manos. La enfermera nos indica que Harry fue trasladado a la habitación 204, así que hacemos nuestro recorrido hasta allí. Nos encontramos con una habitación solitaria y vacía, de una sola cama. Anne me cuenta que ella había pedido (y pagado) por una habitación simple y no doble, ya que quería pasar tiempo con su hijo y de lo contrario no se lo hubieran permitido.

Justo cuando terminamos de acomodarlo todo en la nueva habitación, la puerta se abre revelándolo sentado en una silla de ruedas, siendo arrastrado por una enfermera. Por una fracción de segundo sus ojos se chocan con los míos y no puedo evitar sonreír. Él me corresponde, solo que no es una de sus típicas sonrisas con hoyuelos, esta vez la alegría no sube a sus ojos. Actúa como si no estuviera ni la mitad de contento de lo que estamos nosotras tres. Se levanta de la silla y se acuesta en la cama. La enfermera se marcha, alegando que el doctor ya está por venir para hablar con nosotros sobre el estado de Harry.

Anne se abalanza llorando sobre su hijo. Él la consuela y ella lo llena de besos en el rostro. Gemma también llora, y sorprendentemente yo no lo hago. Ya no tengo razones para llorar, porque él está vivo, él no me había dejado. Su madre comienza a hablarle, él parece algo abrumado, lo conozco. No dice nada, por educación, y permanece apacible escuchando todo lo que Anne le está contando. Al cabo de un tiempo, el doctor entra en la habitación. El semblante que le pertenece no me agrada para nada, pero me limito que no decir absolutamente nada y a escuchar.

–¿Señora Cox? –el hombre llama la atención de la mujer. –Hay algo de lo que tenemos que hablar.

–Sí, claro, por supuesto. –ella sonríe separándose de Harry y secándose las lágrimas. –¿Cómo está mi hijo?

Miro a Harry, quien cierra los ojos y recuesta la cabeza en la almohada. Me muerdo el labio volviendo mi atención al doctor.

El hombre respira profundo antes de hablar. –No traigo buenas noticias.

Trago saliva, sintiendo como poco a poco mi coraza de seguridad se desintegra. –Por favor.

El hombre asiente y apoya una mano en la cama de Harry. –Los cerebros son muy impredecibles. A veces, la presión del tejido hinchado contra el cráneo puede causar la discapacidad.

–¿Discapacidad? –mi voz sale distorsionada. El doctor me mira. –Lo siento, continúe por favor.

–Aunque esté despierto, la hinchazón del cerebro puede causar amnesia y cambios de humor, pero es normal. Como ya dije, los cerebros son muy impredecibles. Sus recuerdos pueden volver, o tal vez no. Lo siento, señora Cox, no hay nada que podamos hacer más que recomendarle un neuropsicólogo que lo ayude en el tratamiento. La memoria de largo plazo de Harry está bien, y soy optimista con respecto al resto de su memoria. Entre antes se instale en su vida diaria, en su rutina, será mejor para él y sus recuerdos, si tenemos suerte, irán volviendo a él eventualmente.

¿Amnesia y cambios de humor? ¿Neuropsicólogo? ¿Memoria de largo plazo? ¿Sus recuerdos? Las ideas tardan en encontrar su camino y, cuando finalmente logro entender lo que el hombre está diciendo, siento que mi mundo se cae a pedazos. De repente me siento enferma y me dan ganas de vomitar.

–¿E-Esta usted queriendo decir que Harry perdió la memoria? –inquiero, sosteniéndome de la pared para evitarme colapsar contra el frío suelo.

–El señor Styles tiene amnesia, sí. Pero ha perdido solo una parte de sus recuerdos.

–¿Qué parte? –espeto algo ruda.

–Lo último, no sabría decirle hasta donde. Como dije, su memoria de largo plazo está bien. Probablemente recuerde su infancia y los primeros años de su adolescencia, no hemos indagado tanto en su memoria por el momento.

Yo no conocí a Harry en su infancia o en los primeros años de su adolescencia. Eso significaba que había olvidado el momento en el que nos conocimos. Eso significaba que mi novio no sabía quién era yo.

Over Again. | h.sWhere stories live. Discover now