43. "Navidad."

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Me despierto tiritando y echando en falta la calefacción, una manta más y un Harry que me sostenga entre sus brazos para proporcionarle el calor que le hace falta a mi cuerpo helado. En el día de Navidad el frío en Londres roza lo glacial y me termina sorprendiendo que no haya nevado aún. Sin embargo, todo cambia cuando me levanto corriendo de la pieza y le grito a mi mamá que encienda la calefacción antes de encerrarme en el baño y darme un baño caliente. Permanezco un largo rato ahí, lavando mis pensamientos y dejándolos irse con el agua caliente enjabonada. El recuerdo de lo que pasó días atrás, de la preocupación grabada casi a fuego en la cara de Harry cuando me descubrió al borde del ataque de pánico, me golpea una y otra vez a lo largo de todos estos días. Le dije que en esas fechas era el cumpleaños de mi abuela fallecida. Pero era mentira. Porque mi abuela cumplía en julio.

No puedo evitar sentirme una auténtica mierda, pero supongo que me sentiría peor al darle falsas esperanzas. Si es que son esperanzas y no un ataque de pánico (como me sucedió a mí). Sé que Harry será un millón de veces más comprensivo con el asunto que yo, pero sin embargo todavía no encuentro el valor para comentarle que tengo un atraso. De todos modos, no es mi culpa, yo tomé la píldora... pero también le aseguré que era cien por ciento efectiva y eso está aún por comprobarse.

Cuando el agua se enfría, empujo mis pensamientos fuera de mi cabeza, hacia el lugar seguro del que no van a salir por un rato, y salgo del baño envuelta en una bata gruesa y con los cabellos enroscados dentro de un toallon color rosa chicle. Soy como un osito congelado hecho de toallas. La casa está más templada ahora que mi madre encendió la calefacción, no obstante, corro a la habitación con el secador en la mano y me dispongo a secarme el pelo mientras escucho música. Mi mamá entra sólo minutos después y me quita el aparato para apagarlo y dejarlo a un lado.

–Feliz Navidad, hija –dice estrechándome entre sus brazos.

Demonios, ni siquiera me había dado cuenta, entre tanto frío y pensamientos tortuosos, de decirle feliz Navidad a mi madre. Así que en eso me he convertido. En una completa paranoica que se olvida de su familia.

–Igualmente para ti, mamá –la aprieto con aún más fuerza y susurro–: Te amo, ¿lo sabes?

–Claro que lo sé. Y yo te amo mucho más, cielo –dice apartándose y acariciándome la cara. Me da un beso en la frente y agrega–: Ahora baja que el desayuno está listo y se va a enfriar.

Asiento con la cabeza antes de dejarla marchar. Supongo que lo único que necesitaba era uno de los abrazos reparadores de mi madre para sentirme bien conmigo misma. Suspiro antes de devolver el secador a su lugar y peinarme el cabello con los dedos. Me quito la bata y me coloco un conjunto limpio de ropa interior junto con uno de mis pijamas de invierno, un suéter viejo de papá unas cuantas tallas más grande y un par calcetines gruesos de los Muppets. Minutos después, estoy bajando las escaleras rumbo a la cocina para reunirme con mi madre.

(...)

El tacón de mis botas resuena haciendo un eco incómodo por la estancia mientras entro en la inmaculada y desierta residencia Styles. Siempre me ha gustado la casa de Harry por su inmenso tamaño, sin embargo, en este momento, me da la sensación de que me encuentro en un lugar hostil... como si fuera un campo de batalla en el que Anne y yo peleamos por Harry, cuando ambas sabemos bien que él no es ningún premio y que, al contrario, es una persona que cuenta con tanta autonomía como nosotras.

Harry me atrae a él y me da un beso en los labios mientras me susurra un feliz Navidad casi inaudible. Le correspondo con una sonrisa antes de observar, por el rabillo del ojo, a mi suegra entrar en la estancia.

–¡Lola! ¡Lauren! ¡Qué gusto que ya hayan llegado! ¡Feliz Navidad!

Me saluda primero a mí con efusividad y luego a mi madre, para después tomarla del brazo y llevársela a la cocina hablando de... ¿comida? Harry me agarra de la cintura y me hace girar sobre mis talones antes de volver a besarme. En mi mano cuelgan las bolsas de los regalos y me veo obligada a soltarlos. Caen golpeando el suelo con un ruido seco mientras yo llevo mis manos a sus mejillas y lo acaricio.

Over Again. | h.sWhere stories live. Discover now