•Capítulo 14•

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antes este capítulo estaba ideado en dos partes pero he decidido hacerlo en una, a los que ya lo leyeron reléan el capítulo porque agregué la segunda parte.

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"–Tampoco es para que te tomes tan enserio mis palabras, tómalas como te tomo yo a ti.

––¿Con amor?

––Como un chiste."

––¡¿Qué diablos piensas que haces aquí, Emma?!––me grita en plena cara, la vena remarcándose en su cuello se hincha, y el pequeño tatuaje de la zona se contrae, sus ojos desprenden tanta furia que me obligan a volcar el rostro en dirección contraria para que no lo tome como una provocación.––¡Quiero que me expliques, carajo!––gruñe, cuando ve que no tengo en lo mínimo la intención de contestar, sus manos se aprietan más sobre mis muñecas, me zarandea, y mi cabeza se golpea contra la pared por segunda ocasión, la pulsada de dolor viaja a lo largo de mi médula espinal y jadeo con los ojos entrecerrados y escocidos, empezando a aguarse.––¡Habla, maldita sea!––por un instante mi vista se vuelve borrosa y mi cabeza, sobreponiéndose al dolor, se yergue permitiendo que admire la pequeña capa de luz que parece filtrarse por lo que pienso sea una ventana; sigo la línea de luz formada y como esta recae en la lobreguez de los ojos y la línea tersa e irrompible de la boca de Jordan.

Nuestras miradas se topan y su rostro se pone aún más serio, entonces percibo como la teoría de que algunas miradas matan empieza a abrirse camino entre los dos.

Trago grueso con dificultad y no espero a que flexione su agarre en las articulaciones de mis manos, ni a que otro porrazo me traspase, ya que bramo un instintivo:

––¡Suéltame!

Mis palabras parecen tener el efecto deseado, ya que la celda formada por su piel caliente se desbarata un poco.

Con su agarre ya suavizado, trato de escabullirme en medio de la tupida oscuridad que golpetea entre las cuatro paredes de aquel cuarto, pero no lo consigo.

Sólo logro caer de bruces patéticamente contra el suelo.

Y ahora también me caigo.

¿Es que no puedo ser un poco más ridícula?

–Emma.––aspira, saboreando cuidadosamente cada una de las letras que conforma mi nombre, y da un paso en mi dirección, en lo que yo me encorbo desde el piso. ––Joder, gatita, ¿te caíste?

––¿Qué dices?––pongo los ojos en blanco––Claro que no,––niego con la cabeza–– si estoy en el piso es porque se me antojó ver a una banda de hormigas bailando reggaetón.––tuerzo mis cejas y una pequeña carcajada por su parte se me hace audible.

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