•Capítulo 10•

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"He hecho más locuras por un miserable dulce de piñata que por amor"


––¿Quién tendrá la delicadeza de explicarme qué pasó aquí?––la voz del espécimen masculino, cruzado de brazos frente a nosotros brota extrañamente serena. ––Llevo tres años siendo director y nunca antes había visto a dos señoritas lucir como protagonistas de cintas de terror de bajo presupuesto y menos con unos... ––da dos chasquidos con los dedos, buscando la palabra adecuada. ––acompañantes tan... ––repite el gesto agregando, en esta ocasión, un pequeño mohín.––chamuscados. Por lo general los niños lindos se mantienen agraciados hasta que el asesino les encaja un cuchillo por el ojo, les corta el cuello o los liquída; cuando fui a la Universidad conocí bastante del género, era ir a los encuentros literarios o ver a mi compañero de habitación con sus videitos de +18.––sonríe, formando una línea recta con la boca.––¿No quieren que llame a la cocinera para que le traiga más hielo? Porque estamos a metros de separación y aún no es suficiente como para bloquear el tamaño de pelotas de tenis en sus ojos.––puntea, ambos hermanos niegan con la cabeza antes de remover sus tonificados traseros bajo la silla mullida.––¡Qué digo pelotas de tenis! ¡Lo de ustedes son planetas! Si juran que no saldrá un alíen por ahí a lo mejor y soy un poco condescendiente con el castigo.

Ninguno de los cuatros atinamos a reírnos o a hablar luego de eso, sólo nos concentramos en fijar miradas como si analizáremos minuciosamente a quien entregaremos al volcán atestado de lava como sacrificio.

––Director, yo...ohm,––trago saliva humedeciéndome la sequedad de los labios y lo observo, centelladas procedentes del Sol interfieren entre ambos produciendo un efecto de ojos blancos capaz de frenar el detalle de trazos grises en su centro.––lo siento mucho, esto fue un error.

Este deja correr una pulida risita torcida.

––¿Un error?––sondea––No fue un error Hadel, los cuatro sabían bien las consecuencias de sus actos y eso no los detuvo.

––Pero...

Él eleva la palma ambas manos como una clara muestra de que no ha terminado de hablar.

––Respondan algo, ¿era más importante dejarse llevar por un sentimiento tan cavernícola antes de entrar a sus respectivas clases y luego, no sé, resolver el inconveniente con la cabeza fría a la hora de salida? ¿Era necesario realmente caer en estos extremos?

Esta vez es Jordan el que sonríe de forma nasal y seca. Sus ojos proyectan una oscuridad innegable en lo más hondo de las pupilas.

La piel se me yergue cuando pone las piernas en cruces y apoya el peso de los codos, calculadamente, encima de la mesa del director; entonces, abre la boca muy lentamente.

Mis Malditos Vecinos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora