ochenta; final.

543 41 3
                                    

Paulina

–¿Que querés y porque estás acá?– pregunté seca.

–Vos sabrás– respondió con una de las sonrisas más cínicas que vi en mi vida.

Miré a los chicos con los ojos llorosos, Ecko me agarró del brazo y me llevó a la habitación.

Mientras que, Dinamita se acercó a la puerta con un arma en sus manos, por las dudas.

Con Ecko nos miramos, tenía un nudo en la garganta, pero no me iba a dejar ganar y eso lo tengo claro.

Me levanté de la cama, busqué una remera de Ecko; porque me quedan enormes.

–¿A dónde vas gorda?– preguntó Ecko confundido.

–Voy a ser valiente, una vez en mi vida– sonreí.

Ecko elevó los hombros, como diciendo; hace lo que vos quieras.

Azote la puerta y fui casi corriendo a la cocina, me dirigí hasta donde estaba Dinamita junto con esta persona y los miré.

–Pasa, vamos hablar– le dije con ganas de decirle mil cosas.

Pasó mirando para abajo, se dirigió al sillón, yo iba atrás suyo, nos sentamos y me miró.

–Vengo a pedirte disculpas, hija– dijo Euguenia mirando el piso.

–¿Disculpas? ¿Porqué?– pregunté sarcástica.

–No seas mala, porfavor– respondió con los ojos aguados.

–No me vas a emocionar, ¿sabes?– pregunté mirando para otro lado.

–No quiero emocionarte, quiero pedirte disculpas, por no ser la madre que vos esperabas, por no ser la mejor madre del mundo para vos, por lo que te hice pas...– la interrumpí.

–A mi no me hagas un testamento, con palabras que son todo mentira, vos a mi no me querés, yo tampoco te quiero, entonces... ¿A qué viniste? ¿Quién te mando?– pregunté seca.

–Hij...– la interrumpí nuevamente.

–Paulina me llamó, Eugenia, Paulina– dije ya un poco cansada de su hipocresía.

Bajó la cabeza, decidí hacer lo mismo que ella, le temblaban las manos, tenía un poco moradas las manos.

Entonces me acordé, ella necesitaba un transplante de riñón, Martina me había pedido desesperada que le done.

–Disculpa, ¿Vos estas acá porque te mando Martina?– pregunté ingenua.

Eugenia me miró y  bajo la cabeza, dándome a entender que si.

–Te voy a decir una sola, si estás aca porque te mando Martina o porque querés ver si hay alguna chance de que te done un riñón voy a ser lo más sincera posible– dije manteniendo la calma.

Me miro atenta, con ilusión. Jaja, pobrecita.

–Yo no pienso donarte absolutamente NADA– dije resaltando "nada"– Y, me parece de cobarde que vengas con el caballo cansado cuando me necesitas.

–¿Porque?– preguntó atenta.

–Porque cuando yo te necesité, nunca estuviste, mira lo que son las vueltas de la vida, ¿no? ¿Quien iba a pensar que años después me ibas a pedir vos a mi, que te salve vida, ¿eh?– solté una carcajada.

Ella sólo me miraba atenta, con un poco de tristeza en su mirada, pero, a mi no me conmueve.

–Bueno, lo siento, de mil amores, pero yo no estoy tan al pedo como vos, espero que puedas resolver tu temita, tengo un hijo y se lo voy criar, ¿sabes?– pregunté sarcástica.

Mᴏʀᴏᴄʜᴀ ➞ Eᴄᴋᴏ [ᴛᴇʀᴍɪɴᴀᴅᴀ]Where stories live. Discover now