15. En picada

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Después de besarnos por un buen rato, Nicolas y yo nos tumbamos en el césped para charlar un poco

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Después de besarnos por un buen rato, Nicolas y yo nos tumbamos en el césped para charlar un poco. Yo estaba con el puntillo gracias al alcohol y no podía dejar de sonreír como una boba por lo que había pasado entre nosotros. Todo era surrealista, como un sueño del que no quería despertar.

—Ya dime, ¿te quedas a dormir conmigo o no? —me preguntó él, girando la cabeza para poder mirarme.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no lo sé para qué me dejes de preguntar? —le cuestioné entre risas. Él se acercó hasta mi oreja para contestar.

—Hasta que me digas que sí —susurró, provocándome un leve escalofrío.

—¿Y qué pasaría si digo que sí? —pregunté sintiendo como el pulso me subía, aún con el tacto de su aliento contra mi piel.

—Mmm... Si me dices que sí, puede que te pida que duermas en la misma cabaña que yo y quizás... en el mismo cuarto; en cuanto a la cama, lo dejo a tu elección —contestó con un tono divertido en la voz.

—¿Puede que me lo pidas? ¿Solo puede? —Soltó una leve risa.

—Si quieres le quito el puede y lo dejo en una invitación directa —dijo aún sonriendo—. ¿Aceptas?

—No lo sé. Depende... —De pronto sentí como los nervios me inundaban la boca del estómago y que mi corazón estaba a punto de estallar.

—¿De qué depende? —preguntó, haciendo a un lado con la mano un mechón que me cubría la cara. El simple roce de sus dedos me hizo sentir electricidad bajo la piel.

—De tus intenciones —respondí mirándolo directo a los ojos. Esbozó su media sonrisa y soltó un pequeño suspiro.

—Mis intenciones... Ya te las dejé claras. Me encanta como quieres hacerte a la inocente cuando no lo eres ni un poco —dijo seductor, agravando la voz. Lancé un suspiro al aire admitiendo mi derrota. Me había puesto en evidencia.

—Puede que tengas razón, quizás solo pregunté para volver a escucharlo y estar segura de que lo habías dicho en serio.

Me miró sorprendido.

—Me das la razón, muy bien, Artemis. No esperaba que solo bastasen unos besos para que por fin fueras sincera conmigo, en especial respecto a las ganas que me tienes —soltó juguetón.

—Nunca dije que te tuviera ganas.

—El mensaje está implícito desde el día en que me devolviste la primera mirada; ya perdiste la partida, no intentes negarlo —me advirtió mientras se acercaba a pocos centímetros de mi rostro.

—Está bien, Nicolas, acepto tu invitación. Y, por cierto, elijo tu cama —solté de repente. Un segundo después me arrepentí, era muy pronto para acostarnos. ¿Qué iba a decir toda la escuela si se enteraban? Y seguro que se iban a enterar.

Somos luz de estrellasWhere stories live. Discover now