52. Ni blanco, ni negro

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La charla con Julián me había dado un subidón de adrenalina, no me iba a dejar intimidar por el ego de Nicolas, mucho menos después de haber descubierto su verdadera cara, él es el que había actuado mal, no yo, él es quien debía pagar las consecuencias de sus actos, no yo.

La Artemis que se sentía impotente y desesperada por una explicación, había desaparecido, no iba a derramar una lagrima más por ese tipo, me daba igual lo atrayente que me resultase, su comportamiento había opacado todos sus atributos. Ahora solo quería ver sus lindas facciones, inundadas de impotencia y desesperación. Nicolas necesitaba probar un poco del veneno que había regado por todos lados y yo iba a ser la encargada de administrárselo.

Cuando salí al patio principal de la casa, Adrián seguía ahí, esperándome. Estaba tumbado en el césped mirando las estrellas, portaba un aura taciturna, mientras lanzaba el humo de su cigarrillo al aire. Lo contemplé por unos instantes. Un reproche interno por haberlo lastimado se asomó en mis entrañas, no podía creer que, por estar embobada con Nicolas, había casi arruinado todo y lo más increíble, era que a pesar de haberla cagado tanto, Adri me había perdonado sin pedirme nada, era un ser increíble y ese ser increíble me quería a mí. No podía tener más suerte.

—¿Volvemos dentro? —pregunté y el giró la cabeza hacía mí, esbozando una sonrisa.

—¿Segura que te sentirás cómoda allí? ¿no prefieres que nos vayamos? Ya hablé con los chicos, se se pueden encargar de dar el show sin mí.

—Quiero entrar —dije con firmeza.

Él se incorporó utilizando sus manos y en pocos segundos se posicionó frente a mí. Aunque traía el pelo algo revuelto por haber estado tumbado, puedo jurar que le quedaba perfecto.

—Wow, ¿y esa mirada asesina? ¿Le diste su merecido a las serpientes? —soltó divertido.

Solté una pequeña risa:

—No del todo. Aunque fui con las pruebas en la mano, lo negó todo y me llamó exagerada. Supongo que fue tonto pensar que iba a conseguir algo confrontándolo.

Adri lanzó un bufido.

—Ay Etoile, te advertí que sería inútil. Mejor deja de martirizarte con el tema y vámonos de aquí, al fin y al cabo, ya sabes la verdad de sus intenciones, no necesitas más que eso.

—Creo que sí necesito más que eso.

—¿A qué te refieres?

Dudé un momento en confesarle las ideas que rondaban mi cabeza.

—Quiero, ya sabes, atormentarlo un poco. No quiero que me veas como una loca, es solo que siempre actúa como si nada le afectara y a pesar de que sabe que se equivoca, me mira con altanería y me humilla. Todo este tiempo estuve cediendo ante esas actitudes. Es decir, siempre lograba derrumbarme, ya sea provocando en mí un desastre emocional o haciendo que me rindiese y lo dejase tranquilo, esta vez no quiero dejarlo tranquilo, necesito demostrarle que no puede conmigo, que no soy débil ¿sabes?

Adrián me observó pensativo, por un momento temí que mi discurso le molestase, que interpretase mal las cosas, pero me dio una grata sorpresa, cuando esbozó una sonrisa.

—Entiendo. ¿Y que tienes en mente?

Su respuesta me tenía confundida, ¿acaso se estaba uniendo al plan?

—¿No te parece mal?

Sé encogió de hombros, para luego dar unos pasos en mi dirección.

—Pienso que las cosas no son blancas o negras, y si sientes que necesitas hacer algo un tanto... Oscuro, para estar en paz contigo misma, no le veo el problema. Claro, mientras esto sea algo esporádico y no un estilo de vida.

Somos luz de estrellasWhere stories live. Discover now