53. Lluvia torrencial

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Esa mañana se me había hecho demasiado tarde. Estaba en la carretera, Intentando conducir lo más rápido que podía, mientras sentía el estrés y la ansiedad a todo lo que daban y ni el frio, ni la lluvia torrencial, que se habían precipitado sobre Buena Vista, ayudaban demasiado a mi situación.

Después de dejar el auto en el estacionamiento de la universidad como pude y pelear con mi equipaje para sacarlo del maletero, corrí bajo el aguacero, para dirigirme hacía la entrada de la facultad de Artes. Sentí un alivio enorme, al encontrarme con el bus aún estacionado allí. Temía con toda mi vida que se hubiesen ido sin mí.

Al ver que me aproximaba, el conductor abrió las puertas del autobús. Entre estando empapada y todas las miradas se posaron en mí. Desesperada y sintiendo el corazón latir a mil, empecé a buscar a Adri con la mirada, pero el profesor Alexander se atravesó en mi campo de visión.

—Por fin. Una estudiante menos, faltan dos —dijo él, con una sonrisa relajada y tachó mi nombre de una lista que traía en las manos—. Déjame ayudarte con eso— se ofreció.

Tomó mi maleta y la puso en el soporte de equipaje sobre nuestras cabezas.

—Gracias —solté con la voz algo temblorosa por el frio.

Me adentré por el pasillo mirando con desesperación en cada fila, deseando encontrar una cara familiar. Entonces por fin lo vi: Adri estaba sentado casi al fondo del todo. Vestía una sudadera roja y llevaba unos audífonos. Traía los ojos cerrados y la cabeza recargada sobre el asiento. No supe distinguir si estaba dormido o no. Agradecí que el sitio a su lado estuviese vacío.

Me senté a su lado, quitándome la sudadera empapada. Él abrió ligeramente los ojos y tardó unos segundos en reaccionar ante mi presencia. Me fue imposible no fijarme en que aún traía el pómulo izquierdo algo hinchado y unas pequeñas marcas de raspones cicatrizados asomaban en su rostro, tanto en el mentón, como por encima del labio.

—Buenos días dormilona —saludó con la voz ronca.

Traía los ojos hinchados y unas ojeras que delataban que no había descansado lo suficiente la noche anterior.

Sentí incertidumbre ante su cariñoso saludo. No me había contestado los mensajes desde la fiesta de Julián. La situación se nos salió un poco de las manos y estaba segura de que eso le había afectado de alguna manera.

Después de ser derribado, Adrián logró acorralar a Nicolas con bastante facilidad, pero antes de estamparle un golpe, se detuvo en seco. Todo sucedió muy rápido: Fabián y Celeste saltaron desde el escenario, mientras Fiorella se apresuró a meterse en medio de los dos.

Cuando por fin los separaron, Julián me sugirió con disimulo, que lo mejor era que nos fuésemos. Estaba tan en shock, que apenas pude reaccionar. Lo último que recuerdo con claridad, es a Nicolas mirándome con desconcierto y desprecio a la vez, estaba claro que había logrado mi cometido: le di una desagradable sorpresa y conseguí tocarle la fibra sensible. Y debo admitir que sentí una gran satisfacción cuando salí de allí.

Por otro lado, mi cómplice de travesuras no pareció estar tan feliz con el resultado, ya que, durante todo el camino hacia mi casa, se mantuvo callado, pensativo y con una expresión neutra, sin mencionar que Fabián y Celeste, estaban bastante molestos por lo sucedido y no pararon de despotricar contra Nicolas.

En fin, Adri me preocupaba. Después de dejarme en casa, me ignoró por completo, y ahora: ¿me saludaba como si nada?, estaba segura de que algo no andaba bien.

—Buenos días para ti también, me alegra verte aquí, creí que te había tragado la tierra —intenté bromear.

—Nah, tranqui, estoy bien. Solo demasiado cansado. Entre empacar, la reunión que tuve con Santi y la tocada en la noche, casi no tuve tiempo ni para respirar.

Somos luz de estrellasKde žijí příběhy. Začni objevovat