40. Sendero

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Esa noche llegué a casa temprano, mis padres habían estado siendo muy permisivos desde que los Miltmeyer entraron a nuestra vida, pero sabía que no era prudente bajar la guardia, tenía que seguir interpretando mi papel de niña buena.

Aún estaba aturdida por lo que había sucedido con Adrián y mi mente no dejaba de recordarme la sensación de sus labios sobre los míos, mientras que a la vez me atormentaba con el recuerdo de mi voz dejando a Nicolas por teléfono, estaba hecha un lio, sentía que se me aplastaba el corazón cada que recordaba su indiferente respuesta, «¿por qué no puedes centrarte en Adrián y punto?» me cuestionaba, sintiendo impotencia al no poder controlar lo que sentía.

Al entrar por la puerta principal, mi corazón dio un vuelco cuando vi a Diana bajando las escaleras junto con mi hermana, incluso llegué a pensar por un segundo que era producto de mi mente; Di se quedó mirándome tan sorprendida como yo a ella, de pronto pareció incomoda y viró la atención hacia Pía, quien también se notaba desconcertada con mi llegada, cuestión que me hizo sentir mal.

—Hablamos mañana —le dijo a mi hermana bajando la voz, como si no quisiese que yo la escuchara.

Luego se apresuró a salir de casa, no sin antes pasar al lado mío haciendo como sí no existiese, fue tan rápida en desaparecer y yo estaba tan en shock, que no me dio tiempo a decir o hacer nada.

—Empieza a hablar —le exigí a Pía, usando un tono amenazante.

De inmediato ella lanzó una sonrisa altanera en mi dirección.

Eso me enojó, ¿qué carajos hacía encontrándose con mi mejor amiga a mis espaldas?

—No vengas a fingir que ahora te importa Diana —soltó con desprecio.

—¿Qué? Claro que me importa, tu no sabes nada, dime qué está sucediendo —insistí con ansia y cabreo.

—Sé más que tú, me lo contó todo. No entiendo cómo pudiste dejarla sola en un momento tan crucial, y todo por ese Nicolas, juro que no pareces mi hermana, sabía que eras egoísta pero no pensé que tanto.

Sus palabras me punzaban, y también el hecho de que Diana se haya atrevido a quejarse de mí con ella. Nada tenía sentido, o sea, siempre se habían llevado bien, pero no tenía idea de que llevaban ese nivel de confianza.

—Di está exagerando, solo no le agrada Nicolas y sabes como es ella, a veces explota cuando las cosas no son como quiere y esta vez nos tocó a mí y a él ser sus sacos de boxeo, no es la primera vez que pasa —intenté hacerla entrar en razón—. Pía sabes que en serio me importa.

Se cruzó de brazos y lanzó un suspiro poniendo los ojos en blanco.

—¿Es verdad que el tipo ese la metió en problemas con su padre inventando mentiras sobre ella? —me cuestionó.

—Sí, la metió en problemas, pero no fue al propósito, se trata de un malentendido, te juro que todo tiene explicación.

—Tenga o no una explicación, gracias a eso su madre está en el hospital —soltó alzando la voz, pude notar que le afectaba de verdad.

—¿Qué?, ¿por qué? —le cuestioné sintiendo que se me formaba un nudo en la garganta.

—Ya te habrás hecho una idea del porque, su padre se puso violento de nuevo, pero esta vez se le salió de las manos. Lo sabrías si te preocuparas un poco por tu «mejor amiga».

—¡Ella no quiere hablar conmigo!, la conoces, es la persona más orgullosa y terca que existe en el planeta.

—Podrías haber insistido un poco más, por lo que sé, dejaste que se alejara sin hacer ningún esfuerzo.

Somos luz de estrellasWhere stories live. Discover now