Capítulo 2

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Por mucho que quiera hacerme la valiente, no puedo serlo. No paro de pensar en la situación tan surrealista que me encuentro. No puedo creer que me hayan secuestrado personas que ni conozco, y encima sin siquiera tener un motivo para ello, o eso creo.

Llevo en la habitación desde anoche, cuando el tal Loren me dejo en la habitación no pude hacer más nada que replantearme mi existencia, y un rato después me quedé dormida llorando.

Ahora no tengo ni la menor idea de que hora es, ya que no tengo ni móvil, ni reloj donde poder mirarlo. Me desperté hace un rato y ya era de día.

No tiene pinta de que estemos en ningún lado del centro, por el contrario, tiene toda la pinta de que estamos retirados, bastante de hecho, y eso no me gusta un pelo. Probablemente estemos en medio de la nada, en un sitio donde nadie pueda encontrarme, y del que jamás podré escapar.

Por otra parte, las palabras de Loren, rondan en mi cabeza. Porque me diría que si no hago nada raro estaré lejos de aquí pronto. ¿Soy una persona inútil por tener un mínimo de esperanza en lo que me dijo? Por que la tengo. Es lo único que me queda, la esperanza de salir de esta.

De repente, se escucha como introducen una llave en la cerradura y pego tal bote que tengo que relajarme por unos segundos hasta que estoy segura de que no me va a dar algo. Giran el pomo de la puerta y entra en la habitación el chico que tuve delante ayer, ese al que escupí.

—Buenos días, muñeca. —dice entrando en la habitación dejando a un tipo en la entrada. Se me erizan todos los bellos del cuerpo cuando lo veo acercarse. Me pego a la esquina de la cama entre las dos paredes.

— Señor... —el chico de la puerta pone una mano en el hombro de él y lo para.

— Es solo una niña, no va a hacerme nada. —Le dedico una mirada de asco, y como el gilipollas que tiene pinta de ser, ladea los labios en un atisbo de sonrisa. ¿Le divierte la situación? Puto enfermo.

— No estés tan seguro de eso. —digo por primera vez en más de 15 horas. Casi siento que hiciera una vida que no hablo.

— Anda, pero si sabes hablar, empezaba a creer que no lo harías nunca.

Miles de respuestas de la Becca cabreada y atrevida me vienen a la cabeza, pero las callo. No puedo hacerme la lista en esta circunstancias.

Se acerca a la cama, donde estoy sentada, y me hecho hacia detrás para no quedar cerca suya cuando se sienta en el borde de esta, pero he llegado al límite de la pared antes si quiera de que se acercara.

— Bueno, hoy empieza tu trabajo. —¿De qué cojones habla este ahora? — Antes de nada, necesito saber algo sobre ti.

— ¿Porque piensas que voy a decirte nada sobre mí? ¿Me secuestráis y pretendes que hable contigo tan normal?

— No te he preguntado, te he dicho que vas a contarme cosas sobre ti, y si no lo haces, tú veras. La que va a acabar mal vas a ser tú. —Yo me quedo callada observando la imagen que tengo delante, aún no puedo creerme que esto me esté pasando de verdad. ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

— Si te soy sincero, no soy una mala persona sabes, no quiero hacerte daño, y me gustaría hacer esto por las buenas, pero claro, si no cooperas algo habrá que hacer.

Cuando ve que no hablo, se sienta más en el centro de la cama, más cerca de mí. El corazón debe escucharse incluso desde la puerta. Se inclina hacia mí, haciendo provecho de su altura. Se me corta la respiración.

— No tengo ganas ni tiempo, para perderlo contigo, así que o hablas, o las consecuencias te las vas a ganar tu sola. —Repite la acción de ayer y me coge de la cara para que le mire a los ojos directamente.

Jefe de la mafia.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt