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Siete de julio.

Cumpleaños número treinta y dos de Magnus.

Mi gran rey supremo nació el siete de julio de mil novecientos ochenta y siete. Dicen que el siete es el número de la suerte y mi rey tenía tres en su cumpleaños.

Mi hombre inteligente de mirada fría como el hielo, aura pesada y asfixiante, cuerpo duro y grande, pero con unos hermosos sentimientos que había logrado descubrir.

Desde aquí le deseaba un feliz cumpleaños.

Limpio mis lágrimas y veo la cadena que era igual a la esclava que le iba a dar a Malcolm. La cadena era color oro y tenía una pequeña placa rectangular donde decía "Te amo" y dos pequeños diamantes azules a los lados . Había dejado de comprarme algunas cosas para poder comprar la cadena y la esclava pero no me había importado. Ahora esto nunca llegarían a sus dueños.

(...)

Dieciséis de julio.

Culminó la primera semana de exámenes y era el cumpleaños de los mellizos.

La realidad era que no sabía con certeza si me estaba llendo bien o mal en los exámenes y eso me cargaba de nervios. Era la primera vez que no confiaba en mí misma respecto a los estudios y me di cuenta de la gravedad del asunto cuando había terminado un exámen y no estaba segura de lo que había escrito. Me sentía pésima conmigo misma.

Y hablando de sentirme mal conmigo. Me veía al espejo y no me gustaba lo que veía. Mi clavícula se remarcaba más de lo usual al igual que los huesos de mi cadera. Mis pechos y traseros estaban un poco flacidos y tenía unas no notables estrías. No tenía mis pómulos rellenos como siempre. Mis ojeras eran impresionantes y mis labios ya no poseían su color rosado usual.

¿Qué me había pasado? ¿Qué me había hecho a mi misma?

Lágrimas empezaron a caer por mí rostro pero está vez no era por lo ocurrido, era por mí. Por mí por qué después de tanto decir que no me hundiría, lo había hecho. Por mí por qué en vez de amarme, estaba haciendo lo contrario. Por mí, por dejar que la tristeza me consumiera. Por mí, por despreciarme cuando yo no tenía la culpa de nada.

Limpio mis lágrimas y me coloco un vestido suelto color negro muy bonito junto con unos pequeños tacones. Me acerqué al tocador y me senté para empezar a maquillarme. Tape mis ojeras lo que más podía, coloque rubor en mis pálidos pómulos, me embarre brillo labial rosa y me eche máscara para pestañas. Y note el cambio. Mi rostro se veía vivo, pero no podía decir lo mismo de mis ojos. Solté mi cabello, lo peine dejándolo liso y coloque un pequeño broche que me había regalado Hannah. Estaba lista.

Iríamos a una cena con la familia de los mellizos a un bonito restaurante. Era la primera vez que conocería a los padres de los hermanos en persona luego de conocerlos vía Skype. Estaba un poco nerviosa pero sabía que los Green eran amables por lo cual no me preocupe.

Salí de la habitación y baje para salir del edificio y encontrar a Olivia lista esperando por mí.

—Abi, te ves preciosa. — Le sonrío y la miro enfundada en un vestido blanco pegado hasta la cintura y suelto hasta sus rodillas.

—Tu te ves como un ángel. —Ella sonríe.

—Esa es la idea. No quiero asustar a los Green en la primera impresión. No creo que les gustaría saber que sus hijos tienen una amiga loca, fiestera y borracha.

Las dos nos reímos y nos subimos en su auto para partir hacia el restaurante.

Llegamos en cuarenta minutos de viaje donde solo hablábamos de ropa en tendencia y fue inevitable no recordar a Diane y Dana Dankworth ¿Sabrían lo que había hecho? Claro que lo sabían. A los días de lo sucedido las dos habían salido del grupo que ellas mismas habían creado para hablar conmigo. Me daba vergüenza el saber que ellas lo sabían pero era inevitable, sus hijos se lo dirían y no puedo imaginar el odio que probablemente tengan hacia a mi.

Dankworth [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora