Capítulo 30: The blackest day

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Desde que mi bebé se fue lejos... ha sido el día más oscuro. Vivo en medio de sueños perdidos.

Algunas hojas secas se desprendieron de los árboles y marcaron el fin de una estación. La inmensidad del bosque que se distinguía por su inconfundible arboleda de colores marrones y verdosos, entró por su campo ocular. No recordaba el tiempo exacto que había pasado desde la última vez que pisó esa tierra mojada o que percibió ese aroma a naturaleza, tampoco podía encontrar en su memoria el sonido de los pájaros que escuchó aquel día.

Era una sensación que no había sentido antes. El comprender el pasado y aceptar que había sucedido, pero al mismo tiempo considerar que se desvanecía entre sus dedos y no estar del todo seguro de si fue real. Cuando intentaba ir a ese solo recuerdo, al primer encuentro y a la primera mirada que él le dio, esas imágenes se desmoronaban.

Anthony arrastró el bolso y caminó por el bosque. Se introdujo cada vez más en sus profundidades, guiado por sus instintos bajos y la poca memoria que estaba tratando de reconstruir en su camino. Cada pasó aplastó la maleza seca y retumbó en un sonido similar a cuando una grieta se abría. Su mirada gris no se apartó de la tierra negra y de las rocas que dejaba atrás, su cuerpo helado siguió dando un paso atrás otro. Se aferró a la manija del bolso que arrastraba contra la tierra sucia y sintió su cuerpo aún más pesado y molesto que de costumbre. Como si estar vivo se tratara de solo una carga o una incomodidad.

Por supuesto que perdió la noción del tiempo, tal vez estuvo deambulando por horas y ocupó toda la mañana. No estaba seguro de nada. Escuchaba su propia respiración sin fuerzas, apretaba sus labios temblorosos y partidos y obligaba a su cuerpo a seguir adelante, a pesar de lo desahuciado y vacío que se sentía ya que el mal de su alma era incurable.

Estoy yendo más y más hondo, más profundo y más fuerte.

Anthony cayó de rodillas al suelo y jadeó sin fuerzas. Se cubrió el rostro con una mano, sabía que ya no tenía más lágrimas. Pero el nudo en la garganta lo ahogaba y no lo dejaba respirar, su visión se volvía aún más borrosa y la debilidad de su cuerpo al avanzar por tanto tiempo no le estaba jugando a favor. El horroroso padecimiento en su pecho no se detenía y todas esas voces, recuerdos difusos y anhelos de un futuro que de verdad pensó que podría suceder, lo estaban desgarrando por dentro como si se tratara de la peor de las torturas.

El rubio retomó sus impulsos, llevó ambas manos hacia la manija metálica que se encontraba sobresaliente sobre la superficie de la tierra. Había llegado a su destino, decidió utilizar las pocas fuerzas que aún conservaba para abrir aquel sótano subterráneo, el lugar donde Alastor lo llevó hace ya mucho tiempo atrás para asesinarlo como al resto de sus víctimas. Cuando abrió esa compuerta escondida, volvió a sostener la extensión de su bolso e ingresó al escondite, no sin antes volver a cerrar la sucia plancha por detrás de él. Descendió las escaleras y percibió en su marcha el hilo de luz que se filtraba desde una esquina hacia adentro, por parte del sol del exterior y una mínima fuga.

Era oscuro, húmedo e increíblemente frío. Estaba limpio y no había rastro de cuerpos porque sus hombres se aseguraron de despejar la zona desde hace mucho, desde el preciso instante en que obligó Alastor a servirle y a involucrarse en su organización.

Anthony gimió adolorido ante ese puñal que se clavó despiadadamente en su corazón. Pensó que ya no podía volver a llorar porque no quería, pero se cubrió el rostro lleno de miedo y de culpabilidad. Si nunca hubiera conocido a Alastor, si al menos no hubiera sido lo suficientemente egoísta para ingresarlo como miembro de su familia, si jamás lo hubiera encontrado en ese maldito bar... él no estaría muerto. Anthony sabía que todo fue su error.

Born to Die [ RadioDust ]Where stories live. Discover now