Prólogo

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Comenzó a tararear una canción y a caminar a un ritmo tranquilo, normal. El humo del cigarro entre sus labios quedaba impregnado entre sus ropas y sus cabellos rubios rebeldes. Estaba despreocupado y tal vez un poco disperso, lo típico. Exhaló algo de tabaco y sostuvo el cilindro de nicotina entre sus dedos, degustando los sabores que aún se mezclaban en su boca.

Con su mano libre, jaló el pedazo de cadena que estaba sujetando desde que empezaron a caminar por las calles de esa sucia ciudad de mala muerte.

Su compañero forzó su sonrisa detrás de ese bozal metálico que cubría desde su nariz hasta su barbilla y contuvo sus impulsos. Cada vez que jalaba su collar con la sola intención de estrangularlo y fastidiarlo, le daban ganas de matarlo a puñaladas. No pudo emitir palabras, ambos se quedaron de pie frente a la puerta de hierro de un callejón, dónde un hombre corpulento de raza negra se cruzó de brazos frente ambos.

¿Es un perro rabioso o qué? ¿Tu mascota personal? Eres un morboso del carajo.

El guardia estaba acostumbrado a ver comportamientos extraños en Anthony, era un degenerado y se imaginaba que tenía esa clase de fetiches en ámbitos privados de su vida. Pero llevar a un hombre amarrado con un collar de acero y con un bozal era definitivamente lo más raro que había visto en mucho tiempo. El rubio sonrió ampliamente, rodeó el cuello de Alastor con uno de sus brazos y le señaló el rostro como si se tratara de un animal de feria muy interesante.

Créeme, este imbécil muerde más fuerte que un perro.

El castaño quiso apartarse porque odiaba el contacto físico de ese puto subnormal. Pero apenas gruñó molesto, Anthony le negó y entrecerró sus ojos al cruzar una ferviente mirada con él.

Shh. Yo lo arreglo, bebé.

Quiso tranquilizar su rabia, pero en el fondo sabía que era imposible. Alastor odiaba estar a su lado y si estaba involucrado con él, no era por propia voluntad. Anthony era falsamente empalagoso y dulce y quizás eso era lo más irritante para el castaño. Abrazos y roces tan innecesarios y repugnantes. Pero no pudo seguir pensando en todo lo que lo detestaba, volvió a ser jalado desde su collar para ingresar al pequeño salón. El guardia los dejó pasar, tenían que tratar asuntos importantes con algunos traficantes y el rubio siempre venía en representación de su familia.

Estaba tranquilo, hasta que se cerró la puerta desde atrás y alguien le apuntó la cabeza con una pistola de gran calibre y peso. Él silbó fingiendo sorpresa, alzó las manos y sonrió ampliando aún más sus ojos. No sabía si carecía de miedo o nervios porque estaba muy colocado, aspiró un poco antes de llegar. Pero la situación siempre era graciosa, nadie confiaba en él porque se portaba mal hasta con su propia familia.

Venimos a recoger mercancía, dulzura. En serio no vamos a ocasionar problemas.

Pronunció con una media sonrisa, sus ojos claros no dejaron de mirar a aquel mafioso con el que su padre siempre hacía tratos. No estaba solo, lo rodeaban al menos siete hombres más, aunque su jefe era el único que le estaba apuntando tan de cerca. La habitación estaba casi en la oscuridad total, una pequeña lámpara de luz amarillenta los estaba iluminando desde atrás y se podía alcanzar a ver qué en el fondo del salón había una docena de bolsas empaquetadas en cuadrados, una sobre otra. Se trataba de la cocaína más valiosa de la ciudad.

El matón de turno le quitó el seguro a su arma, Anthony tenía una reputación de mierda y no era la primera vez que se quería pasar de listo.

Me debes dinero, pedazo de marica de mierd-

Un disparó salió volando.

El cráneo del jefe explotó y su cuerpo cayó hacia atrás por el impulso de la bala contra su cabeza. Los demás hombres jadearon horrorizados, desenfundaron sus armas en cuestión de segundos y se colocaron a la defensiva.

Born to Die [ RadioDust ]Where stories live. Discover now