I. ☆ La ausencia ☆

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La sonrisa de Marco estaba frente a mí, sus ojos brillaban con una luz que rara vez había visto en otras personas: amor

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La sonrisa de Marco estaba frente a mí, sus ojos brillaban con una luz que rara vez había visto en otras personas: amor. Marco me amaba. No era necesario que lo dijera, lo sentía en sus latidos, en el calor de su piel, en la intensidad de su mirada e incluso en la forma especial en que sonaba mi nombre en sus labios.

Y yo lo amaba a él.

De pocas cosas había tenido certeza total como de esa afirmación. Amar es algo inexplicable, no se puede describir, no se puede tocar o siquiera ver, pero se siente y tan solo cuando escuchaba su nombre, yo sentía esa emoción bullendo desde adentro.

Luego desperté y la sonrisa de Marco se desvaneció, fue reemplazada con brusquedad por la pared de mi habitación y moviendo un poco la mirada, por la figura de Ray, que fue quien me sacó del sueño de media tarde.

Y el vacío regresó cuando en dos segundos recordé cómo era mi actualidad, una que no incluía a Marco ni sus latidos en mi oído.

Casi jadeé, pero lo contuve en un suspiro. Mi corazón latía rápido por el abrupto despertar y luego culpé a la nostalgia de su velocidad. Ray lo escuchaba, pero no dijo nada al respecto.

—Lamento despertarte —comentó con duda—. Tu padre me dijo que estabas acá.

¿Dónde más iba a estar?, me pregunté mentalmente. Mis días pasaban de mi habitación al comedor a mi habitación nuevamente y a veces a la casa de Ray para cambiar de ambiente por unas horas.

—No me di cuenta de que me quedé dormida.

—¿Cómo estás?

Fue una pregunta amable, sincera, pero me pareció fuera de lugar, sin embargo, cuando levanté por completo la mirada le encontré sentido a su pregunta: yo estaba llorando y lo noté porque lo vi borroso. Pasé con fuerza la mano sobre mi mejilla como si así Ray pudiera fingir que no me había visto la cara húmeda. 

—Bien. —Ray miró la puerta abierta de mi habitación y luego me miró a mí con un mensaje entre sus ojos. Sabía que ahí no podíamos hablar. Papá me había prohibido activar el silencio en mi propio espacio así que lo más probable era que en algún lado de la casa estuviera escuchando. Con eso en mente, intenté animar un poco la voz—. ¿Tienes planes para hoy?

Ese era mi mensaje secreto: "sácame un rato de acá". Ray asintió, comprendiendo.

—No grandes planes —respondió con el tono más alegre y casual posible—, solo creí que podíamos ir al parque de acá cerca. Es domingo y hay mucha gente, hay helado y juegos de niños. Y hace mucho sol, vamos.

Con el tono gentil de Ray, hasta el más soso de los planes sonaba a diversión. El parque estaba a unos veinte minutos caminando, lo suficiente para poner distancia con mi padre y eso ya lo hacía un excelente plan.

—Sí, deja me arreglo un poco y salimos.

—No necesitas arreglo, estás preciosa. —Lo miré y me guiñó un ojo, casi pidiendo que le siguiera la corriente con su coqueteo escénico. Le sonreí—. Te espero en la puerta, ¿vale?

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora