XII. ☆ La incapacidad de seguir callando ☆

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Tardé varios minutos en el auto —uno pequeño, negro, de solo dos puertas— para convencerme de no preguntar nada y obedecer a Karma en su petición de que "no me preocupara"

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Tardé varios minutos en el auto —uno pequeño, negro, de solo dos puertas— para convencerme de no preguntar nada y obedecer a Karma en su petición de que "no me preocupara". Sin embargo, lo hice porque en un momento me pareció surreal el estar en un auto desconocido con ella conduciendo sin saber yo a dónde. El aire que entraba por su ventanilla le revolvía algunos cabellos sueltos que se escaparon de su trenza, pero parecía no importarle en absoluto; de los dos, era mi cabello el que más se movía con la velocidad.

La velocidad era otro tema.

Era mucha velocidad.

—Relájate —pidió Karma y noté que además de llevar el cinturón puesto, mis manos estaban asidas al asiento y mis ojos pétreos en la vía de cuatro carriles, a través de la que Karma sorteaba a cualquier vehículo con aparente facilidad—. ¿Crees que voy muy rápido?

Hice un gran esfuerzo para ladear la cara y ver el velocímetro en el tablero. Noventa y cinco kilómetros por hora y los ojos de Karma en mí y no en la vía. Sentí que palidecía, pero procuré disimular. 

—El... el... el límite es de sesenta y cinco... legalmente.

Ya llevábamos casi cuarenta minutos de camino, la ciudad ya había quedado atrás y me pregunté qué tan lejos estaríamos y hacia dónde nos dirigíamos. Lentamente Karma ralentizó la marcha un poco... muy poco, apenas una décima parte, pero algo es algo.

—Tienes más posibilidades de morir por un balón de voleibol en Midwest que conmigo al volante, relájate.

—Gracias por usar mi incapacidad deportiva para animarme —ironicé—. ¿A dónde vamos?

—Lo suficientemente lejos como para dejar mis restricciones atrás. Ray está en no—sé—dónde con no—sé—quién, pero quedamos en que nos perderemos todo el día, así que por eso no me preocupo.

Me fui relajando un poco cuando la vía que nos llevaba empezó a ser más solitaria, lo que reducía el riesgo de choque con otro auto en los zigzags mortales que Karma hacía. Luego solo fue vegetación a ambos lados y algunos ocasionales camiones transitando. Mantuvimos silencio por unos cuantos kilómetros, el día no era muy bueno pues grandes nubarrones nos acompañaban, pero resultaba emocionante de cualquier manera alejarnos juntos de la vida por un rato. 

—¿Marco?

Ladeé la mirada a ella. Su codo izquierdo sobresalía de la ventanilla y con la otra mano tomaba con suavidad el volante; realmente parecía una conductora experimentada, me era difícil creer que Ray le hubiera enseñado la noche anterior. Se le daba natural.

—Dime.

Su gesto estaba serio y me anticipé a una conversación seria.

—Quiero contarte algo. ¿Recuerdas que la vez pasada me preguntaste si yo no tenía voto en el tema con Ray?, ¿sobre qué era lo peor que podía pasar si me negaba? —Asentí—. Bueno, hace un tiempo quise negarme y supe qué era lo peor que podía pasar.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora