XXVIII. ☆ El ático de Marco ☆

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Eran más de las once cuando regresamos con Marco y era seguro que su padre ya no estaba en casa

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Eran más de las once cuando regresamos con Marco y era seguro que su padre ya no estaba en casa. El camino de vuelta había sido silencioso pero tranquilo, no fue una fuente de comodidad pero tenía en el corazón —aparte de incertidumbre y miedo— un alivio muy grande por el secreto que ya había revelado.

Cuando estacioné la moto de Ray frente al jardín de Marco, esperé a que se bajara y me tendiera el casco. Esperaba algo similar a la molestia pero en sus ojos solo estaba esa confusión seria que le había invadido el rostro desde que hice flotar las hojas.

—Entra conmigo —pidió, esperanzado.

—No sé si sea buena idea.

—Me llevaste a un lugar en el que te sentías cómoda para hablarme. Es mi turno de hablar y quiero hacerlo donde esté cómodo. Me lo debes.

Su postura era rígida, firme, como si no fuera a aceptar un no como respuesta por nada del mundo. Cuando apagué la moto indicando que accedía, lo noté suspirar de alivio. Adentré un poco la moto en el jardín y luego entramos a su solitaria casa; en automático me iba a sentar en el sofá pero él negó con la cabeza para luego indicarme y guiarme escaleras arriba.

Era la primera vez que subía y no pude evitar mirar con detenimiento las paredes; contenían un par de fotos de Marco en otras etapas de su vida pero ningún retrato familiar, las paredes eran de un gris mate lo que, aún con la claridad del día, le daban un aspecto sobrio a todo el lugar. No había relojes ni imágenes de nada como en otras casas, era todo muy formal.

La puerta de su habitación era roja por fuera y cuando di un paso adentro, un escalofrío de culpa me recorrió al saber que no era la única vez que había estado ahí. Entrando con permiso me sentí más intrusa que cuando entré por su ventana sin que él supiera.

Marco en silencio dejó su mochila sobre la cama, creí que iba a sentarse en ella pero para mi sorpresa abrió la puerta marrón de su clóset y entró en él antes de darme una mirada.

—¿Hablaremos en tu clóset? —cuestioné, burlona.

—La casa tiene este pequeño ático que con ayuda de Gris convertí en mi espacio, es como mi zona de confort —comentó—, allí tengo mi televisor, el estéreo y el reproductor de películas. Es algo reducido de espacio pero es cómodo, ¿te parece bien? Te lo pregunto porque no sé si eres claustrofóbica o algo así. Si lo eres podemos quedarnos acá.

—No soy claustrofóbica.

Aunque la idea de estar en un espacio reducido con él era inquietante y más ese día tan lleno de... novedades.

Marco maniobró una puertilla en el techo de su clóset y con algo de esfuerzo deslizó la escalera delgada para que subiéramos. Me acomodé la mochila y lo vi perderse por las escaleritas, a los diez segundos yo estaba subiendo también.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora