XIX. ☆ Zancadilla de la vida ☆

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Cuando el lunes llegó y el momento de ver a Marco se acercaba, me entraron unos nervios extraños

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Cuando el lunes llegó y el momento de ver a Marco se acercaba, me entraron unos nervios extraños. Por un lado, quería empezar con mi plan de conocerlo de nuevo y esta vez encauzar bien el camino, pero por otra sentía ansiedad de que quizás recordara mi visita a su sueño y quisiera preguntar algo, o se sintiera incómodo conmigo.

Descarté pronto la primera opción; era obvio que no me iba a preguntar nada, él estaba convencido de que era su sueño y de seguro no me contaría que estuve en él, así como nunca me contó de los demás en donde estábamos en la playa o en la luna.

La relación entre nosotros estaba en ese momento en punto muerto pues él había desistido de conquistarme así que era evidente que él llegaría con la misma indiferencia cordial de toda la semana pasada, así que me dije que los papeles debían cambiar; como no podía llegar y decirle "oye, Marco, ¿recuerdas el sueño del sábado? Pues en realidad era yo que me colé por tu ventana, ahora bésame", mi misión más próxima era dejarle en claro que sí me interesaba en él, es decir, debía conquistarlo sin ser precipitada.

Con la mayor de las sutilidades lo esperé junto a la puerta principal de Midwest; fingí que estaba muy concentrada en un libro sabiendo que cuando irremediablemente tuviera que pasar a mi lado, me saludaría. La ruta en la que él llegaba estacionó y empecé a escuchar, aún muy lejos, su latido. No levanté la mirada ni una sola vez, aunque ganas no me faltaban. Aguardé por varios eternos minutos hasta que su latido se hizo más cercano y fuerte. Vi su silueta por el rabillo del ojo hasta que llegó a mí y llamó mi atención.

Me quité los audífonos —que no tenían nada en reproducción— y le sonreí.

—Hola, Karma. ¿Cómo estás?

—Bien. ¿Qué tal tu fin de semana?

Estiré una mano y la puse inocentemente sobre su antebrazo, un contacto para nada comprometedor, pero de cierto modo nuevo y, a sus ojos, extraño. Vio mi mano allí y procuró no mostrar en su rostro que lo había tomado por sorpresa, pero su palpitar lo traicionó a mis oídos cuando se aceleró solo un poco.

—Pues... bien. Estuve en casa casi todo el tiempo. Apenas salí un rato con un chico vecino a mandar arreglar su bici y ayer fui a casa de Gris a almorzar. De resto, aburrido. ¿Y el tuyo?

—Fui a una fiesta el sábado y ayer estuve con Beth. Y a ratos me acordé de ti.

Comenzamos a caminar hacia adentro pues el tiempo era contado antes de empezar las clases. Me mantuve a consciencia cerca de él mientras andábamos, pude ver en su mirada que le gustaba esa proximidad.

—¿De verdad?, ¿y eso?

—Estuve pensando en tu lista de metas y me entró la curiosidad sobre aquella heladería. Quisiera conocerla y empezar a probar sabores.

Las personas muchas veces son predecibles. Marco hasta cierto punto lo era y yo contaba con su personalidad llena de alegría y amabilidad —además del hecho de que yo le gustaba— para que me dijera que iría conmigo algún día.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora