Me encantaba pasar ratos así con mi familia. Los había echado mucho de menos si os soy sincero.

De pronto, toda los ojos se centraron en mí y no supe por qué hasta que Dominic abrió la boca.

—Te he visto muy pegado a la capitana de tu equipo.

Puse los ojos en blanco. Claro, ¡cómo no!

—Solo somos amigos —repuse. Intenté con todas mis fuerzas no ponerme colorado ni que notaran el golpeteo acelerado de mi corazón ni es sudor que se había apoderado de mis manos.

—Con que solo amigos, ¿eh? —No me gustó nada el tonito que había utilizado mi madre, como si supiera algo que yo no. Le lanzó una mirada cómplice a mi padre.

—¡Vamos! Si ni siquiera te despegas de ella. ¿Acaso crees que no me he dado cuenta de cómo la miras? —exclamó Dominic con ímpetu—. Te gusta de verdad.

Tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no ponerme rojo como un tomate. Me sequé las palmas de las manos en los pantalones, puesto que las notaba pegajosas por el sudor. ¡Maldición! ¿Cómo se había fijado tanto?

—¿Cómo se llama la afortunada? —quiso saber mi padre. Si de algo estaba seguro era de que le daba completamente igual que la futura princesa del reino no perteneciera a la alta sociedad. Ni siquiera mi madre provenía de ella. Si bien sus padres acudían a los actos de la élite, a ella no le permitían asistir porque la tachaban de bicho raro por su anomalía genética. Papá tenía un corazón de oro y por eso sabía que aceptaría a la mujer de la que me enamorara si con ello yo era feliz.

—Se llama Wendy y a su lado me siento un chico cualquiera —acabé confesando—. No os montéis una película, eh, que os conozco. Solo somos amigos.

—Por ahora —puntualizó mi hermana.

—Ya tengo ganas de conocerla. Seguro que es una chica encantadora —dijo mamá con los ojos brillantes de la emoción.

—Bueno, la verdad es que ya la conocéis. Es una de las doncellas del palacio. Es esa muchacha que siempre nos atiende tan bien, la que cuida cada detalle.

Por supuesto, mis padres no sabían de quién hablaba. En palacio trabajaban un centenar de personas y era imposible de acordarse de un rostro entre tantos, aunque dicho aspecto llamara la atención, sobre todo los ojos púrpuras tan poco comunes. Por lo general, Wendy solía atenderme a mí y, de vez en cuando, a mi madre o a mi hermana. En todo ese tiempo que llevaba notándola, porque os juro que desde el primer instante me percaté de su presencia, me había dado cuenta de lo detallista que era. Cuando descubrió que me encantaba el chocolate caliente con nubes, los días de más estrés, sin que se lo pidiera, me preparaba una taza y la dejaba en mi despacho.

—Estaré muy atenta estos días, a ver si le pongo cara —expresó mi madre con mucho entusiasmo, a lo que mi padre asintió con la cabeza. Todos sabíamos que había sacado la vena cotilla de él.

Genial, simplemente genial. ¿Eso quería decir que debía ser cauteloso con ella? Era lo que menos me apetecía. Lo único que quería, ahora que había descubierto todo lo que provocaba en mí, era conocerla aún más e incluso pedirle una cita; pero me daba tanto miedo que me rechazara, que solo me viera como a un amigo, que no sabía si sería capaz de animarme a hacerlo.

. . .

Tras abrir los regalos de mis padres y darles las gracias, me reuní con mis compañeros en el porche de nuestra cabaña. Aquella tarde calurosa de verano nos tocaba una verdadera batalla de baile contra las demás cabañas. Como solo podían participar siete integrantes de cada equipo, esa vez los monitores nos dieron la opción de decidirlo a nosotros.

No es una historia de amor (Bilogía Alas II)Where stories live. Discover now