56. Sueños que se rompen y sueños que despiertan

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—¿En serio? —bufo.

—Venga, que yo llevo toda la tarde—me pone un pucherito que yo termino por besar.

—Santi, suelta eso, te vienes conmigo.

—¿Yo? ¿Por qué?

—Porque tienes que aprender para cuando tengas hijos con tu novia Eva.

—No sé si voy a tener hijos. Y no es Eva, es Bea, y no es mi novia.

—¿Todavía no? ¿Y a qué esperas?

—Gilipollas.

—Dale, levanta ese culo hermoso y acompáñame.

—Qué pesada eres, tronca—refunfuña, pasándole a mi suegra su consola—. Guárdame la partida, Rafi. Ahora vengo.

—¿¡Cómo ze hace ezo, niño!?

—Era broma. Protégemela hasta que vuelva. Es muy valiosa.

—Mira qué engancharte otra vez a la PSP, tío. Me recuerda a cuando eras un niñato insoportable con pelusilla en el bigote—le abrazo por los hombros camino a... Oh, Anne y Jesús. Perfecto. Empecemos por lo fácil.

—Pf, es que me la encontré ordenando mis cajones y me dio nostalgia, ¿vale? Seguro que a ti también te gusta escuchar las canciones que grababas cuando eras joven.

—Qué va. Me avergüenzan... No sabes las barbaridades que le dedicaba a mi mujer. Hace poco me puso el disco que le regalé cuando nos separamos en Estepona, al conocernos. Madre mía, Santi. Madre mía.

—¿¡Sí o qué!?

Deja que salga la loba que te voy a comer entera. Auuuuu—le susurro en el oído, y él suelta una carcajada que para mí queda—. Y eso no es nada. Hay partes más explícitas.

—¿Cómo cuáles?

—Aguanta esa sonrisa, campeón... ¡Hola! ¿Va todo bien por aquí? ¿Queréis algo más? Anne, tú tienes derecho a doble ración, ¿eh? —le palpo la barriga.

Últimamente estoy valiente con el tema. Es verdad que tengo días peores, y días mejores. Justo después de su baby shower, cuando reventé por dentro, a penas podía mirarla. La esquivaba todo lo que podía en la entrada del colegio. Ahora estoy mejor, cada vez estoy mejor. Hasta puedo acariciarle el cascarón sin miedo.

—¡No, no! ¡Estamos bien con la infusión! Gracias.

—Os presento a mi hermano pequeño, Santi. Santi, esta es la mamá de June y el padre de Mario, compis del cole de tu sobrina.

—Ah, guay, encantado—se dan la mano.

—¿En tu familia sois todos así de altos? —bromea Jesús.

—Sí. Menos mi abuela, que va para abajo—se encoge de hombros Santi, haciéndoles reír exageradamente. Él me mira de reojo preguntándose si de verdad ha sido tan gracioso. Ay, ¿ves cómo tienes que aprender?

—Veo que también compartís el salero. Natalia es de las madres más divertidas de la clase. Y no lo digo yo, lo dice mi hijo. Todavía se acuerda de cuando le adivinaste la carta en su cumpleaños. Quedaste mejor que el mago, qué arte.

—Y Jesús es el mejor cocinero. Se pasa el día mandando recetitas por el grupo. Por cierto, las croquetas de espinacas, una pasada. Hasta mi suegra me ha pedido la receta. ¡Mi suegra!

—¿Sí? Me alegro de que os gustaran.

—¿Niño o niña? —pregunta Santi, señalándole la barriga a Anne.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now