21. La hematofobia

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A orégano, tomate y bechamel.

A eso huele mi casa hoy.

A macarrones con tomatico, mi plato estrella.

No sé a vosotras, pero a mí mis padres siempre me ponían lentejas los lunes. Era como una norma inquebrantable. Os darán hierro y energía para toda la semana, argumentaban ante las quejas de mis hermanos y yo. (Ahora me encantan, ¿eh? En lunes, y en cualquier día de la semana... pero de niña, esas legumbres eran mi peor enemigo).

Pues yo, en mi casa, he establecido que los miércoles sean de pasta. ¿Por qué las lentejas tienen un día y los macarrones no? Qué injusticia, hombre... Menos mal que estoy yo para luchar por sus derechos.

Aunque toda guerra tiene sus batallas ganadas y sus batallas perdidas... Ha habido miércoles en que no he podido cumplir con mi propósito. Porque había sobras del día anterior, por falta de tiempo... o por un post-it amarillo que decía: hay que gastar los huevos. Patatas revueltas??? Te quiero <3.

Y yo lo siento por mi querido bando del espagueti, pero si hay una nota de mi mujer en el frigorífico reivindicando los derechos de otro alimento acompañado con un cariñoso mensaje como ese, debo alzar bandera blanca y cocinarlos otro día.

Pero hoy no hay enemigos a la vista, y los macarrones tienen su miércoles de gloria. Y mi pequeña, y su nueva mejor amiga.

Sí. Hoy tenemos una invitada especial en nuestra mesa: June.

—¿Así está bien o quieres más? —le pregunto llenando su plato. Ella asiente sin mirarme a los ojos. No lo ha hecho ahora, ni en ningún momento—. ¿Que está bien... o que te eche más?

Ahora niega. Alza la mano y me pide que pare, que es suficiente.

—¡Están riquisisisímos, mamá! —exclama Elena con la boca llena de tomate. Le sale humo de los labios. Debe de estar achicharrándose.

—Ya te veo, bichi... Y a ti, June. ¿Te gustan mis macarrones con tomatico?

Como era de esperar, la amiga de mi hija asiente con la cabeza y sin mirarme. Por la velocidad con la que pincha el tenedor, juraría que no miente... Aunque podría decirme alguna palabrita, ¿no?

—Bueno, ¿qué tal hoy? ¿Os han mandado muchos deberes?

—¡No! ¡Los hemos terminado allí y la profe Elena ha dicho que somos súper rápidas! Hasta nos ha ponido un sello de carita contenta, mira—sonríe orgullosa mostrándome el emoticono de su mano—. ¡Enséñaselo, June!

—Así que sois las más listas de la clase...

—Después de Dani Bejarano, que siempre saca diez... —alza un hombro con honestidad, y June asiente.

—Pero Dani Bejarano no está comiéndose unos macarrones tan buenos como estos—sonrío—. Seguro que tiene un platazo de lentejas asquerosas con trozos de calabaza por ahí nadando... —digo con gesto repulsivo, provocando que la invitada suelte una carcajada tan grande que se nos contagia en seguida.

Os juro que no me esperaba para nada que esa niña tan pequeñita tuviera una risa así. Parece una mujer mayor. Joder, es que ahora que lo pienso... apenas conozco su voz.

—No le vayas a decir a tu madre que he dicho eso, ¿eh? Secreto—susurro. Ella asiente con una sonrisa traviesa, mirándome a los ojos más de un segundo por primera vez. Venga, Junito, que a mí pocos niños se me resisten... Por no decir ninguno. Je—. Y si no tenéis deberes... ¿Qué vais a querer hacer esta tarde?

—¡Jugar a los yutubers!

Pero qué mierda de juego es ese. Mi hija está creciendo demasiado rápido. Esto no me gusta. Que vuelva a la cuna, por favor.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora