18. Nuestra primera vez

23.1K 742 883
                                    

El corazón me late a dos tempos.

Uno por la música, y otro por Alba.

Bum bum, bum bum, bum bum.

Mis dedos en las teclas, haciendo lo que más me gusta. Mi cabeza en Alba, pensando en lo que más me gusta.

El escenario es mi hábitat natural. Lo que la sabana al león, lo que el mar a los peces.

Siento que pertenezco a este lugar, que nací para esto. Y este año he tenido la suerte de poder volver.

Hay muchas cosas en la vida que me hacen feliz... pero tocar mis canciones en directo es una de las más efectivas. Cuando me subo aquí arriba no existe nada más. Me sumerjo en mi burbuja y me dejo llevar por lo que la música despierta en mí.

Y estos últimos meses me he agarrado con fuerza a todas esas emociones, a todas esas sensaciones que mi pasión me regala. La gira, volver al directo, ha sido mi rayito de luz en medio de la oscuridad.

Cuando mi relación con Alba pasaba por su peor momento, yo me agarré a mi nuevo trabajo. Era el único sitio donde podía estar lejos de ella. Porque yo no la dejaba subir conmigo. No lo hacía, porque sabía que me derrumbaría. Que el sentimiento de culpa mancharía cada nota. Y yo no podía tirar por la borda esta oportunidad.

Así que la dejaba en el camerino con el resto de los problemas que nunca debes subir contigo a un escenario. Y a cambio, pensaba en otras cosas. Como en los años que me había dedicado a tocar en el bar de mi tío cuando era una estudiante que sacaba cincos raspados, o cuando decidí recorrer el país cantando por las calles. También en mi padre, el que me enseñó desde pequeña a apreciar la música. Y en mi niña, en mi Elena, mi otro rayito de luz en medio de la oscuridad.

Era duro no poder pensar en Alba... Pero tenía que hacerlo. Y lo hice. Puse mi motor en marcha con un mecanismo roto, el suyo. No corría como siempre, pero daba el tipo. Ponía de mi parte, me esforzaba el doble, y con mis ganas y mi amor por la música tiré para delante. Reventé los pianos de todas esas ciudades. Y lo hice con una rueda dentada de menos.

Pero hoy Cádiz tiene la suerte de poder disfrutarme con todas las piezas. Hoy tengo la suerte de poder tocar con todo. Porque Alba sí sube conmigo esta vez. La tengo en cada canción, en cada golpe de tecla. En cada letra que escribí en nuestro salón y que ahora Gabi hace suya.

Y eso me hace todavía más feliz. Me llena más, disfruto más, sonrío más. Doy el 100% de mí.

La adrenalina que siento es nueva. Es más potente. Letal. No paro de sudar. No paro de moverme. No quepo en mí, no puedo con tanta felicidad. Va a reventarme el pecho.

La gente grita, baila, aplaude. Todo va demasiado deprisa, todo se me escapa. ¿Por qué no podemos parar el tiempo? Yo quiero quedarme aquí un poco más, detrás de este piano... Yo quiero seguir sintiendo este calor latiéndome dentro. Este sueño que se ha vuelto tan real.

No quiero que termine esta noche. Esta felicidad.

Pero el tiempo no me escucha y el concierto acaba. Las luces se apagan, el público se marcha, y la música deja de sonar.

—¡Lo hemos petado! ¡Menudo conciertazo! —ríe el batería, que va golpeando la pared del pasillo con su par de baquetas.

—Yo tengo el corazón que me va a estallar... —admito. Aunque tengo motivos que ellos no tienen—. ¿Dónde seguimos la fiesta? Tengo que quemar esta adrenalina de alguna manera.

—¿Fiesta? Ni hablar, nos vamos al hotel—me interrumpe Gabi, al que miro muy extrañada. ¿Pero qué le habrá dado a este para que no quiera salir esta noche? Siempre es él el que nos lía... el que nos invita a chupitos para celebrar cada victoria antes de marcharnos a descansar.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora