9. La madre de ella

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A veces uno no valora lo que tiene.

O no lo suficiente como debería.

Hasta que la realidad te golpea y te hace abrir los ojos.

A mí me acaba de pasar algo así. Por eso, en vez de aprovechar el descanso en tomarme un café y sentarme a respirar, estoy llamando a mi madre. Sí, aquí, en la sala de enfermeras. No podía esperar a terminar mi jornada.

—¿Sí?

—Hola, mamá.

—Alba, hija, buenos días, cariño.

—Buenos días.

—Dime.

—Eh... no, no te llamaba para nada—suspiro, y ella también lo hace.

—¿Cómo llevas lo del avión? ¿Sigue habiendo mucho jaleo por ahí?

—Sí...

—Cariño, ¿estás bien?

—Sí, sí—río, intentando no preocuparla. Intentando sonar como si no acabara de abrazar a una chica que ha perdido a su madre en el accidente.

—¿Por qué no cenas esta noche con nosotros?

—Me parece una idea genial, mamá—sonrío. Es justo lo que necesitaba—. Además, tengo que ir igualmente porque...

—Sí, ya, ya. Natalia me ha llamado antes—me interrumpe—. Nos va a dejar aquí a la niña dentro de un rato porque tiene el tren a las tres, no te preocupes, lo tengo controlado.

—Ah, bueno, vosotras a lo vuestro—bromeo.

Quizás la frase más repetida de este fic sea: hace tanto tiempo que... Pero lo siento, albayas, la voy a volver a usar. Espero que me lo perdonéis. Hace tanto tiempo que no veo a esas dos interactuar, que ni me acordaba de lo bien que se llevan. A ver, sí, son suegra-nuera... pero os aseguro que hay mucho amor y cariño entre mi madre y Natalia.

Aunque bueno, no siempre fue así, y de eso algo sabéis.

Ya os dije cuando os presenté a la Rafi que ella es la "responsable" de que nuestro drama familiar no acabara en un caso imposible de resolver. Ya me entendéis, el rollo de que no tragaban a Natalia, y algunas cositas que todavía no sabéis. Pues bien, después de pasar por una de esas épocas en las que prácticamente no les dirigía la palabra (a mi madre a veces, pero a escondidas de mi padre), la Rafi nos propuso a Natalia, a su marido y a mí que nos reuniésemos unas dos veces al mes.

Yo no estaba muy de acuerdo. Llevar a mi chica a su casa solo me traía problemas, discusiones. Momentos incómodos, en definitiva. Pero ahí estaba la Rafi, la mujer dura que mantiene la familia en pie. Ahí estaba para obligarnos a permanecer unidos por mucho que chocaran nuestras ideas e intereses.

Muchas veces he metido a mi madre en un saco que no le correspondía. Eso es, mamarrachas... Veía a mis padres como a un pack de zumitos indivisibles del mismo color y sabor, y bueno, eso me llevaba a pensar en los dos como un todo. Cuando mi padre decía algo que no me gustaba, también me enfadaba con ella.

Y eso no era justo.

De hecho, si no fuera por mi madre, estoy segura de que ni me acercaría a mi padre. Gracias a ella ahora tenemos una relación más o menos estable, con sus más y sus menos, claro, ya nos visteis en plena acción el otro día... Pero mejor esto que perder el contacto definitivamente.

Es verdad que las primeras veces de esas comidas familiares eran muy raras. Por lo general, permanecíamos en silencio un buen rato hasta que la Rafi y yo entablábamos algún tema en el que pudiera participar Nat. Luego mi padre hacía una de sus muecas desaprobando cualquier cosa que añadiera mi novia, y mi madre le regañaba con la mirada. Todo muy tenso, sí. Pero al menos estaban haciendo el esfuerzo (uno más que el otro) de conocer a Natalia. De aceptarla.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora