78. Hablemos de futuro

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Tengo preparados mis cinco sentidos.

Eso creía mientras subía el ascensor.

Ahora que me abre la puerta, corren a esconderse acobardados.

Sus cinco sentidos son demasiado para los míos.

Ella es demasiado para mí. Siempre lo ha sido.

La vista despierta primero al verla sonreír. Al ver cómo me mira. Esos ojos tan grandes, tan brillosos, tan feria de abril.

Saco al oído, que se lanza como loco a captar su suspiro. El que anuncia aliviado que ya me tiene en casa, que ya me tiene de vuelta.

Su tacto ataca al mío. Sus manos me rodean la cintura y su cabeza se pega a mi pecho. Aprieta tan fuerte que mi sentido se revuelve, él también quiere guerra. La busca bajo su bata de casa, su polar y su camiseta. Noto su piel cálida erizarse bajo mis manos.

—Ya estoy aquí, mi amor.

—Nunca te has ido—me contesta en voz baja, apretando mi espalda.

—Pero ahora me tienes con los cinco sentidos.

—Anoche con dos tampoco estuvo mal—se ríe avergonzada al acordarse de nuestro revolcón telemático. Me alegro de que haya pillado mi frase. Y espero que vosotras todo este comienzo poético.

—Ya, sí... Para sobrevivir a unos días sin ti no está mal. Pero a mí me faltó el sentido más importante—le digo, levantando su barbilla para mirarle los labios.

Nos faltó el gusto.

Pero ella no me hace esperar. Ni siquiera esboza la sonrisa tímida que estaba imaginando que me dedicaría. Atrapa mis labios con gesto serio. Lo hace suavemente, firmemente. Trasladándome su calor sin prisa, pero con intensidad. Su sabor va traspasándome en pequeñas dosis, y cada una de ellas me hace querer probarla un poco más. Sus manos se entrelazan en mi nuca, las mías la abrazan con más fuerza.

De repente me acuerdo de lo que ocurrió antes de que nuestra vista y nuestro oído nos permitieran sentirnos a tantos kilómetros de distancia. De repente me acuerdo, y mis labios se separan al tiempo que mis manos recolocan las capas de ropa que han removido en el abrazo.

Este no es un reencuentro cualquiera. He vuelto a casa después de que Alba recordara lo que ocurrió esa maldita noche. Un recuerdo que la asaltó cuando yo no estaba.

Y aunque entiendo que le haya venido bien, que haya sabido encajarlo, que hiciéramos el amor después de hablarlo... Yo apenas he pegado ojo. La he visto dormir a través de la videollamada hasta que, en una de sus vueltas nocturnas, el móvil se pegó una hostia contra las sábanas quedando boca arriba. Tras eso, di unas cuantas cabezadas mirando al techo de mi propio cuarto, viendo la lámpara que veo todas las noches, pero a través de la pantalla. Casi me sentía en casa.

Recordé sin ningún flashback las palabras que le dije. La máquina no quiso llevarme, pero yo lo recordé. Y también las veces que me culpé por ello. El sabor de mis lágrimas mezcladas con alcohol. Recordé todos sus reproches durante el verano. Todas las veces que yo bajé la cabeza, porque era lo único a lo que tenía derecho después de haberle dicho aquello.

Llegó un momento en la noche en que me di cuenta de que todo eso había pasado. Me di cuenta de lo lejano que nos quedaba, de los momentos bonitos que habían llegado tras el verano.

Recordé las veces que me pidió perdonarme. Que yo me perdonara, que ella ya lo había hecho. Recordé que todavía no me lo había permitido.

No del todo.

—¿Estás bien, cariño?

—Perdón—le digo, pasándole el ramo de rosas negras que hay sobre mi maleta. Uno de ellos.

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⏰ Última actualización: Mar 24, 2023 ⏰

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Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora