—Spencer —respondió Ginny y Aries comprendió todo.

La Hufflepuff miraba a su amiga desde la mesa más alejada. Spencer tenía el cabello rubio, lacio hasta la cintura. Los ojos celestes brillantes y nariz respingada. Una niña muy bonita.

—¿Aún no le has hablado? —le reprochó Aries y Ginny negó—. ¡Ginevra!

Ginny dió un pequeño salto por el grito de su amiga y la miró con súplica.

—Oh, no me mires así, pelirroja. Ve con ella o te colgaré de la torre de astronomía.

—¿Y qué le digo? —preguntó Ginny encogiéndose un poco más.

—¿No eres Gryffindor? ¡Dile lo que sea!

Y levantó a la pelirroja del brazo para luego darle un empujón. Ginny le dió una última mirada antes de caminar hasta la mesa de Hufflepuff y sentarse junto a Spencer. Al principio se mostró nerviosa y cerrada, pero cuando la rubia le sonrió Ginny se mostró más amena.

—¿Qué tenemos ahora? —preguntó Dean mientras se servía jugo.

—No lo sé —Aries se encogió de hombros y observó al trío con los horarios en mano—. ¡James! —Harry giró su cabeza en dirección a Aries— ¿Me prestas el horario?

Harry le pasó el horario y Aries le sonrió.

—Muchas gracias, ojitos de esmeralda.

—No hay nada que agradecer.

—Si quieres puedo darte un beso.

—Déjalo, Aries.

—Está bien, ¡pero pierdes la oportunidad de dar tu primer beso con tu alma gemela!

Aries se dirigió a la clase de Adivinación junto a Seamus, Dean y Neville. Por poco no se perdieron.

Subieron los escalones que quedaban y salieron a un rellano diminuto en
el que ya aguardaba la mayoría de la clase. No había ninguna puerta en el rellano; Aries golpeó a Neville con el codo y señaló al techo, donde había una trampilla circular con una placa de bronce.

—Sybill Trelawney, profesora de Adivinación —leyó Dean—. ¿Cómo vamos a subir ahí?

Como en respuesta a su pregunta, la trampilla se abrió de repente y una escalera plateada descendió hasta los pies de Aries. Todos se quedaron en
silencio.

—Tú primero —dijo Seamus con una sonrisa, y Aries subió por la escalera delante de los demás.

—Claro, dejen morir a la bella dama primero.

Fue a dar al aula de aspecto más extraño que había visto en su vida. No se parecía en nada a un aula; era algo a medio camino entre un ático y un viejo salón de té. Al menos veinte mesas circulares, redondas y pequeñas, se apretujaban dentro del aula, todas rodeadas de sillones tapizados con tela de colores y de cojines pequeños y redondos. Todo estaba iluminado con una luz tenue y roja. Había cortinas en todas las ventanas y las numerosas lámparas estaban tapadas con pañoletas rojas. Hacía un calor agobiante, y el fuego que ardía en la chimenea, bajo una repisa abarrotada de cosas, calentaba una tetera grande de cobre y emanaba una especie de perfume denso. Las estanterías de las paredes circulares estaban llenas de plumas polvorientas, cabos de vela, muchas barajas viejas, infinitas bolas de cristal y una gran cantidad de tazas de té.

SOULMATES ━Harry J. PotterWhere stories live. Discover now