Agradecía estar trabajando en aquella oficina, encontraba sumamente divertido realizar archivos y escribir informes, era fácil, mecánico y lo distraía de su caótica vida. Además, su jefe seguía queriendo llegar a su hermana a través de él, por lo que lo invitaba a comer seguido. A Mikoto no le gustaba que pagaran sus cosas, pero pronto también se dio cuenta que no le gustaba que coquetearan con su hermana, así que comenzó a aceptar las comidas mientras ignoraba las preguntas indiscretas de su jefe.

Había aprendido a ser malo con mucha facilidad.

—Ese parece un buen lugar.

Mikoto no se fijó muy bien a donde llegaron, pero siguió a Demian sin pensarlo mucho. Ellos recorrieron juntos los pasillos llenos de productos enlatados o cajones con verduras y grandes refrigeradores, revisando sus listas de compras y tomando algunas cosas de los estantes. Recientemente se había dado cuenta que tenía que comprar acompañado, si no, se ponía a pensar en todos los hábitos que había adquirido por culpa de Harry, en todas las cosas que nunca se irían porque se pegaron a él, hasta el punto en que las absorbió dentro de su personalidad, las hizo suyas.

Observando con atención los refrigeradores con vegetales avanzó distraídamente con el carrito, distrayéndose más de la cuenta. Cuando su carrito chocó contra otro delante de él, se vio obligado a salir de su ensimismamiento rápidamente.

—¡Oh dios! ¡Lo siento! —se disculpó de inmediato, pero cuando levantó la cabeza para ver a la persona a la que había importunado se quedó si habla.

—Mikoto —Harry le sonrió, ladeando el rostro. Su expresión era indescifrable y su apariencia avasalladora. Por un momento no supo por qué estaba enojado con él, pero ese sentimiento de ignorancia duró poco—. No sabía que compraras aquí —a simple vista parecía un hombre inofensivo, serio, el tipo de persona a la que alguna vez le rompieron el corazón y necesitaba cariño. Era frío, lejano, pero también podía verse vulnerable y esa vulnerabilidad era una trampa mortal.

Harry siempre era el depredador escondido en la maleza.

—No compro aquí —respondió sin saber cómo consiguió pronunciar palabra, su corazón comenzó a latir con fuerza, mientras intentaba no salir corriendo. Tenía miedo de darse cuenta de que todavía lo quería, o por el contrario, notar que lo odiaba con las fuerzas de su alma.

—Oh ¿Y cómo has estado? El otro día te llamé, pero no contestaste —inquirió, sin parecer demasiado interesado, pero con intenciones de iniciar una plática. Aquella actitud le causó inmediato rechazo.

—Harry —un chico apareció de entre los pasillos con una caja de cereal que Mikoto recordaba muy bien. Era una marca lujosa que su ex comía en un pequeño tazón de vidrio todos los fines de semana, sin leche, ni yogur, ni ningún otro tipo de acompañamiento. Parecía ser una de las pocas cosas que disfrutaba realmente, pero no estaba del todo seguro, con Harry nunca se sabía.

Sus ojos se posaron en aquel chico desconocido. Había una sonrisa brillante en él, estaba embelezado ante la presencia de Harry, como si estuviera contemplando las estrellas en una tranquila noche de verano. Su expresión desapareció en cuanto vio a Mikoto. Sus labios se transformaron en un rictus y la mirada se le endureció.

No sabía cómo se llamaba, pero lo había visto, era uno de los hijos del dueño de la empresa donde trabajaba Harry. Mikoto había cocinado para el hombre un sin fin de veces y en alguna ocasión le había mostrado fotos del chico. Si mal no recordaba era el más pequeño de todos y su favorito.

El alma se le cayó al piso, pero no fue por Harry.

—Estuve ocupado —murmuró de manera escueta. Harry sonrió, había una sombra en su mirada gélida. Parecía estar tratando de descifrar un enigma.

El instante más hermoso de la vidaWhere stories live. Discover now