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Cuando Mikoto regresó de su viaje estaba envuelto en luz y calor, parecía brillar como el astro rey y al verle, se mostró tan feliz que corrió a darle un abrazo

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Cuando Mikoto regresó de su viaje estaba envuelto en luz y calor, parecía brillar como el astro rey y al verle, se mostró tan feliz que corrió a darle un abrazo. Las últimas veces que este tipo de contacto sucedió entre los dos, la situación no era la ideal, pero ahora Mars se permitió, solo un poco, disfrutar del gesto. Mikoto era pequeño, suave y en su cuerpo ya no se le marcaban los huesos. Fue un buen cambio ver sus mejillas llenas, mientras su rostro era adornado por un par de ojos rebosantes de vida.

—Siento como si no te hubiera visto en un año —exclamó, llevándose las manos a la boca mientras se reía. Con el humor que tenía en ese momento cualquier cosa le causaba gracia, era adorable y Mars no podía dejar de mirarlo.

—Me pasa lo mismo —respondió, dándose cuenta de lo verdaderamente aburrida que fue la semana anterior—. Ven deja que cargue tu maleta —dijo, quitándosela de la mano. El chico se sonrojó, pero no dijo nada porque, al fin y al cabo, era de rueditas y no pesaba mucho—. ¿Qué tal tu viaje? —le preguntó y Mikoto comenzó a hablar sin parar de lo que había pasado mientras estaba con Nara. Estaba tan ansioso que olvidó su decoro habitual y comenzó a subir su tono, contándole hasta el mínimo detalle de lo que había pasado la semana que estuvo lejos. A diferencia de él, parecía que había vivido un sinfín de aventuras.

Mars sintió que la voz del chico lo relajaba, así que cuando llegaron a la casa no le pareció raro que Mikoto se acomodara en el piso de la sala y continuará con su cháchara. Mars se acostó a su lado y no se preocupó por nada más, simplemente lo escuchó y disfrutó del maravilloso hecho de que estuvieran juntos otra vez.

—Nara me regaló un disco de Kenshi Yonezu —le contó mientras colocaba el compacto en un pequeño reproductor cuadrado en una esquina de la sala. Mars ya lo había visto antes, probablemente era algo que había comprado cuando era más estable económicamente—. Y es genial, tienes que escucharlo.

Mars le sonrió, le gustaba ver a Mikoto hablando de las cosas que amaba. La música comenzó a sonar y Mars se quedó embelesado por el ambiente.

—Entonces ¿El becario de Nara es o no es gay? —preguntó después de otros diez minutos de charla.

—No lo sé —Mikoto estaba utilizando uno de los cojines del sillón como almohada mientras permanecía tirado frente a él, mirándole a los ojos. Mars estaba en una posición idéntica—. Ella dice que lo es, pero no hay pruebas para asegurarlo o negarlo —él se encogió de hombros desde su posición y luego sonrió, rondando sobre sí mismo hasta quedar de espaldas frente a Mars—. Pero mira esto, al final me hice el tatuaje y me encantó —comentó emocionado—. Dicen que durará una semana.

Mars se sorprendió, el cuerpo de Mikoto estaba tendido tan cerca que podía oler su loción cítrica, su cabello había crecido un poco, por lo que cubría parcialmente el tatuaje, así que tendría que empujar un poco para poder ver bien. Desde donde estaba sus hombros seguían siendo igual de encantadores y apetecibles que la última vez. Maldijo un poco y le levantó el cabello con suavidad, haciéndose atrás para poder mirar mejor. Mikoto soltó una risita.

El instante más hermoso de la vidaWhere stories live. Discover now