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Mars llegó a casa y se tumbó en el colchón, sintiendo como el cansancio se apoderaba de su cuerpo

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Mars llegó a casa y se tumbó en el colchón, sintiendo como el cansancio se apoderaba de su cuerpo.

El lunes, después de la visita de la madre de Mikoto, el chico fue despedido de su trabajo, al parecer su jefa no estaba feliz con él y después de que el muchacho le colgó el teléfono una semana atrás, busco excusas para correrlo del trabajo a toda costa, así que el chico se había quedado sin nada.

Contra todo pronóstico Mikoto se lo tomó bastante bien, probablemente porque odiaba tanto a su jefa como ella lo odiaba a él. El chico nunca lo dijo porque era demasiado modosito para eso, pero era obvio, por lo que felizmente tomó los tres meses de indemnización que le pagaron y decidió irse una temporada a casa de Nara.

—Ella siempre está cuidando de mí y siempre es ella la que viene a verme. Me da igual si me quedo sin nada, esta vez iré a verla.

Le había dicho con una simpleza que le salió del alma. Mikoto pasó tres días telefoneando con su amiga mientras hacían planes y el viernes se marchó tranquilamente. Mars no supo que lo golpeó cuando de repente se vio solo, de vuelta a su inestable existencia.

El primer fin de semana salió de fiesta y terminó bebiendo en un bar, donde por fin tuvo sexo después de mucho tiempo. El asunto había estado bastante bien, el chico con el que se metió al hotel era dulce y no se parecía ni a Chris, ni a Mikoto, se había asegurado de eso. Entonces pudo disfrutar de una buena noche de desenfreno antes de regresar a casa de madrugada, pensando que, a diferencia de otros domingos, no podría ir con Mikoto a pasar la tarde.

La perspectiva de día libre decayó rápidamente después de notar ese detalle.

Así que volvió a casa y cuidó de su sobrino, un pequeñito latoso que pasaba muchísimo tiempo preguntando cosas. A Mars eso no le molestaba, de hecho, le encantaba pasar tiempo con el niño, pero resultaba sumamente agotador.

De vez en cuando Mikoto le mandaba una fotografía o algún mensaje, pero se notaba que se la estaba pasando genial, porque se había olvidado casi por completo del teléfono.

El martes por la noche le mostró una foto de su cuello. Al parecer Nara lo había convencido de que se tatuara con ella y le hizo un lindo diseño con una amapola roja y un diminuto pez koi. Era un tatuaje temporal, por supuesto, pero tatuaje, al fin y al cabo.

Mars tuvo que salir al bar otra vez y descargarse con un chico anónimo, cuyo nombre no recordaba, pero que le había dejado un excelente recuerdo.

Luego se dedicó a sentirse envidioso de Nara durante todo el miércoles, pues al parecer ella había conseguido convencerlo de tatuarse en menos de lo que cantaba un gallo, le daba igual que no fuera permanete. En las fotos, Mikoto se veía tan feliz que su sonrisa era cien veces más bonita.

—Quita esa cara de amargado —espetó Diana, su hermana mayor—. Ya sé que tu Dulcinea está de viaje y ahora estás obligado a cenar con nosotros, pero al menos intenta que no se te note lo miserable.

El instante más hermoso de la vidaWhere stories live. Discover now