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—¡Nara! —Mikoto prácticamente saltó sobre la chica cuando la vio al otro lado de la puerta

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—¡Nara! —Mikoto prácticamente saltó sobre la chica cuando la vio al otro lado de la puerta. De entre todas las cosas, no se esperaba que ella estuviera de visita tan pronto, sobre todo porque la última vez perdió casi un mes de su vida cuidándolo.

—¡Mikoto! —Ella correspondió el gesto, saltando sobre él y dejando abandonadas sus maletas a un lado. Parecía que se estaba mudando durante otro mes entero, pero en realidad ella siempre había sido de viajar cargada.

Mikoto la abrazó tan fuerte como si no la hubiese visto en años, como si la vez que estuvieron viviendo juntos fuera un mal sueño y ese Mikoto estuviera tan hundido en su subconsciente que no recordara demasiado de esos días.

La felicidad fue tan intensa que se puso a llorar y cuando le dijo a Nara que era porque estaba muy feliz de verla, ella también lloró.

Estaba seguro que si alguien los hubiera visto habría pensando que llevaban años sin hablar, pero le daba igual, ellos se abrazaron un rato más hasta que comenzaron a reírse.

—¿Porqué estamos llorando? —preguntó ella, las lágrimas todavía no se secaban en sus mejillas.

—Porque nos extrañamos —aseguró.

Media hora después Nara se había instalado en el sofá, que era perfecto para que ella estuviera sentada frente a frente con Mikoto, mientras abrían la maleta más pequeña de la chica.

El contenido de la misma parecía un sueño hecho realidad. Mikoto observó con asombro los regalos que Nara le había llevado: había tres cajitas de té de frutos, una con bocadillos y dulces que la madre de Nara había preparado para él. También había algunos discos de música, que probablemente la chica había comprado para obtener las photocards y ahora le sobraban, junto con tres ediciones de segunda mano de libros de libros de Banana Yoshimoto (Amrita, N. P. y Kitchen).

—Me trajiste una caja del tesoro —espetó asombrado y al borde de las lágrimas. Ya se había hecho a la idea de que estaba en el top mundial de los más llorones de la historia.

—Estuve comprando cosas en un mercadillo en chinatown y encontré un montón de joyas —comentó, levantando los libros. La verdad es que los discos y los libros los juntó algunos meses antes de la ruptura con Harry, así que no se los había podido entregar porque no pensaba que fuera el momento—. Mucha de la gente que estaba ahí ni siquiera era asiática y vendía lo que sea que tuviera letras raras —agregó un poco ofendida.

—Muchas gracias —Mikoto se inclinó por encima de la maleta y abrazó a Nara un momento antes de que la incomodidad de la posición los separase.

Ella se estaba riendo cuando de repente se dio cuenta de algo raro.

—¿Limpiaste la casa? —preguntó, dándose cuenta del ligero olor a jabón de pisos y frescura que inundaba todo. El departamento estaba impecable, como en sus mejores tiempos.

El instante más hermoso de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora