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Era sábado por la tarde y Mikoto estaba haciendo la compra

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Era sábado por la tarde y Mikoto estaba haciendo la compra. Miró el reloj digital que colgaron en la tienda y se dio cuenta que tenía que apresurarse, porque Mars estaría de visita un rato en su casa para la hora de la comida. Mikoto sonrió mientras escogía algunas verduras y las metía en una bolsa, desde que había limpiado la casa se sentía mucho más cómodo recibiendo visitas tan seguido, le daba la sensación de haber mejorado su imagen frente al resto del mundo y además también estaba muy orgulloso de estar reabasteciendo su cocina poco a poco. Por supuesto, no se podía permitir tener todo lo que le hubiera gustado, pero dentro de su presupuesto ahora estaba mejor.

Sin poder evitarlo se miró de vez en cuando en las superficies reflectantes de los refrigeradores industriales donde se guardaban algunas verduras, lácteos o carnes frías. Sentía que su apariencia había mejorado desde que se había cortado el cabello y además ya había subido un poco de peso. Comer acompañado ayudaba bastante, estaba seguro de que el cambio debió ser un poco más evidente porque las personas en el trabajo estaban más amables desde entonces.

Mikoto ladeo el rostro y observó a la gente a su alrededor, todos estaban concentrados en su propio mundo, pero de vez en cuando algunas personas lo miraban. Un par de chicas discutían entre ellas sobre si Mikoto podría leer los carteles del supermercado o no. Después de eso se apresuró a salir de ahí, le daba mucha vergüenza cuando las personas murmuraba sobre él, así que no le gustaban los lugares con gran afluencia de gente.

Cuando llegó a la cola para pagar casi sitió que el corazón se le subía a la garganta. Las filas eran bastante largas, parecía que todo el barrio había decidido hacer la compra ese día. Mikoto se apresuró para ponerse en donde había menos gente, él no llevaba más de un minuto ahí cuando una ancianita se metió justo delante de sus narices. Aquello lo sorprendió muchísimo, pero pensó que ella se había equivocado, así que le tocó el hombro para decírselo. Ella se volteó con brusquedad y le miró con una expresión tan agresiva que le dejó sin palabras.

—¿Qué? —le preguntó enfadada—. No hablo japonés —y regresó la vista al frente.

Silencio.

Mikoto se sintió tan avergonzado que no dijo nada, simplemente se encogió un poco en su lugar mientras las mejillas se le pintaban de rojo.

—Disculpa —la señora le tocó el hombro al muchacho que estaba enfrente, el cual se giró sorprendido por el contacto. Mikoto lo reconoció enseguida, era el chico del ascensor, el que vivía en el mismo bloque de edificios—. ¿Acaso estás ciego? —preguntó. El muchacho abrió los ojos de par en par. Casi no lo reconoce, ya no traía el pelo naranja.

—¿Perdón? —él miró a la anciana sin entender de qué iba.

—¿Piensas dejar que esta anciana espere parada otra media hora con sus rodillas reumáticas y sus manos doliendo por la artritis? —ahora estaba un poco más enfadada que cuando habló con Mikoto.

El instante más hermoso de la vidaWhere stories live. Discover now