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Era domingo y Mars sintió que era un buen momento para pasarse por la casa de Mikoto. Al igual que la semana pasada, todo estaba muy nublado, por lo que se aseguró de utilizar el auto en lugar de viajar en moto. Cuando bajó de su departamento al local de su hermana ella ya tenía bastantes clientes esperando por sus deliciosos panecillos y donas.

Él vivía en el tercer piso y se quedó con el cuarto, donde solo había un sitio de lavado con un techo y algunas plantas, mientras que su hermana tenía el local, el patio trasero y el segundo piso. Los dos tenían escaleras independientes, pero de todas formas él siempre se pasaba a visitar en las mañanas.

—Buenos días Diana —canturreó, entrando al local y pasando de la fila que había para ser atendidos.

—¡Henry! —ella no respondió el saludo, en su lugar llamó a su asistente. Un estudiante de abogacía que trabajaba los fines de semana y hacia medio tiempo de lunes a viernes.

El chico salió corriendo de la parte de atrás con una caja de donas y una sonrisa nerviosa. Diana le había dicho alguna vez que nunca saldría con un hombre blanco, pero desde que su joven ayudante llegó, parecía estar cambiando poco a poco de idea.

A Mars le daba igual, ella era divorciada, se mantenía sola y no le debía cuentas a nadie más que a sí misma, pero de todas formas disfrutaba poniéndole mala cara a Henry, mientras a este le temblaban las manos al enfrentarse al intimidante hermano de su amada y posible futuro cuñado.

—¡Nos vemos en la noche! —dijo, saliendo del local, mientras ella se despedía con un gesto de mano.

Cuando llegó al bloque de apartamentos en el que vivía Mikoto, pensó en lo cómodo que era vivir en un sitio con estacionamiento. Él solía meter el suyo al patio de su hermana, era ella quien usualmente lo utilizaba para hacer compras o llevar a su sobrino a la escuela, así que no tenía problemas con que ella le sacara provecho.

Los fines de semana, sin embargo, debido a las pocas horas de actividad, era raro que Diana lo utilizara, así que él se lo llevaba si tenía que salir.

Mars colocó la suspiró mirando el cielo gris mientras salía del auto, colocó la alarma y se dispuso a caminar hacia el bloque de departamentos donde vivía Mikoto. A esas alturas ya se había acostumbrado a la visión solitaria del edificio, los vecinos del lugar parecían ser murciélagos, pues la vez que se quedó hasta muy tarde afuera, fue la única que vio a los vecinos pululando en la entrada.

Estaba pensando en eso cuando vio a un chico salir del edificio, mientras luchaba con una enorme bolsa de basura. Desde donde estaba era imposible distinguir sus rasgos, pero tenía una constitución flacucha y el pelo negro. Cargar la bolsa parecía estarle costando horrores.

Mars caminó rápidamente hasta llegar a él, ladeando el rostro mientras el muchacho permanecía con la cabeza gacha, examinando su bolsa de basura, probablemente preguntándose como cargarla más fácilmente hacía el contenedor.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó, considerando que tenía mejores posibilidades de llegar allá sin que el contenido de la bolsa terminara desparramado a medio camino.

El chico levantó el rostro, era joven y estaba seguro que era asiático. Sus ojos rasgados le daban una expresión felina a su rostro ovalado, el flequillo caía sobre su frente, dejando ver lo largo que ya estaba y había un lindo lunar debajo de su ojo.

De inmediato sus instintos se activaron, preguntándose si el chico estaría dentro de su campo de juego o, por el contrario, era un heterosexual inamovible.

—Oh, está bien, puedo llevarlo solo —la respuesta fue cándida, su expresión parecía risueña y tenía una mirada coqueta.

No estaba seguro, pero parecía que aquello podía ir por un buen camino.

El instante más hermoso de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora