3.31. Trato

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Título Alternativo: ¿Quién le tiene más miedo a su padre?

[...]

Denki aprovechó su baño para pensar –la ansiedad no lo habría dejado dormir en cualquier caso– así que intento hacer una revisión cuidadosa de toda las comidas que había tenido en los últimos días. Como se negaba a desayunar en presencia de Noche lo único que consumía eran los bocadillos que le servían durante el té con sus invitados en la tarde y su cena ligera al anochecer. Había tenido muchísimo cuidado de no ingerir nada fuera de lo ordinario así que estaba cien por ciento seguro que no lo estaban envenenando de nuevo.

Bueno, sigo comiendo su comida así que no puedo estar completamente seguro.

Denki se negaba a caer en la paranoia, no podía permitírselo, pero tampoco quería ser un ingenuo. Y la cara de preocupación de Noche no ayudaba con su intención de mantener la calma porque se acordaba perfectamente de lo que había oído durante la noche del baile: "El síndrome de abstinencia podría matarlo"

Así que mi repentino cansancio y malestar puede deberse a que no he dormido bien durante los últimos días, por otro veneno en mi sistema, por el famoso síndrome de abstinencia, o incluso por mi enfermedad, de la cual en realidad no sé nada. Así que bien por mí, tengo muchas opciones de las cuales escoger y con excepción de la primera no tengo ni jodida idea de cómo lidiar con el resto.

Tras el baño volvió a su habitación sin una idea en clara de lo que tendría que hacer. La fruta que Noche había ordenado traer había llegado pero Denki no la tocó, en cambio se fue directo a la cama y aunque tardo muchísimo en dormirse al fin lo consiguió. Al despertar se sentía menos cansado, aunque con hambre e igualmente ansioso.

Mordisqueó la fruta mientras barajeaba posibilidades.

Supongo que si Noche se preocupa por el síndrome de abstinencia también sería bueno que yo me preocupe por él. Seguro que no es bonito. Me pregunto si habrá alguna forma de evitarlo.

Denki se obligó a pensar en el encuentro con su prometido. El único encuentro que habían tenido había sido extremadamente desafortunado, además Tomura había dejado en claro que prefería no estar en su presencia más de lo necesario así que iba a tener que encontrar alguna forma de dejarle en claro que el matrimonio era inevitable. Se acordó del miedo que parecía tenerle al viejo Tomura y considero si podría utilizarlo en su contra.

Tan inmerso estaba en sus pensamientos que casi no prestó atención a la llegada de Saeko quien se apareció esa tarde para ayudarlo a vestirse; para su sorpresa la sirvienta traía una caja de la cual extrajo una túnica dorada con detalles en rojo –los colores del Imperio–. Era una pieza llamativa, ligeramente extravagante, con múltiples bordados y telas aunque a diferencia de otras piezas no parecía tener un patrón especifico. Y era tan pesada que Denki empezó a sudar dentro de ella.

—¿Esto es mío?

—Así es, Alteza.

—Tal vez debamos escoger algo menos llamativo.

—Es la túnica que ha elegido el Emperador, Alteza.

Dentro de la caja también había un tocador alto de joyas, que incluía una bonita cascada de cuentas que al prenderse en el moño sobre su cabeza se perdían entre su pelo lanzando destellos de luz cuando se movía. Finalmente, Saeko le aplicó una sustancia clara sobre el pómulo amoratado.

Al mirarse al espejo Denki suspiró. Aunque su cara había recuperado su forma normal, los rastros del moretón seguían ahí. Las secciones violáceas y oscuras que habían cubierto casi la mitad de su cara se habían convertido en trozos desiguales de un color rosa furioso, algunas de ellas habían empezado a aclararse hasta adquirir un tono amarillo verdoso y otras incluso se habían difuminado por completo; por suerte su ojo había dejado de estar inyectado de rojo. Con la túnica, el tocado, y el discreto toque que Saeko había usado para cubrir las zonas más llamativas, Denki volvía a mostrar un aspecto impecable y deslumbrante.

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