3.1. Mascota

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Título Alternativo: ¡Los chicos guapos abruman a Denki!

[...]

Denki había tomado la preocupación de bañarse la noche anterior, así que cuando la sirvienta llego temprano con su jofaina de agua tibia lo único que tuvo que hacer fue remojarse la cara con suavidad para quitarse el sueño. Estaba listo para iniciar el día.

—Esa no es mía —dijo al darse la vuelta y ver la prenda que Saeko había escogido para él.

—Es una de las túnicas nuevas, Alteza.

Denki se acercó aun secándose las manos y contemplo la túnica con asombro. Era una pieza muy bonita. Una esplendorosa túnica en color verde; la tela había sido teñida de tal forma que mostraba un degradado sutil que iniciaba en la parte baja con un verde lima clarísimo e iba transformándose lentamente hasta terminar en el borde del cuello con un verde oscuro. Extendida sobre la cama era fácil ver el patrón de hojas que se habían bordado sobre la tela, formaban una enredadera que ascendía lentamente por la parte baja hasta fundirse completamente con los tonos más densos. Y aunque el tipo de bordado parecía simple, entre más lo miraba Denki iba notando las complejidades en cada una de las hojas.

Era un diseño que hacia pensar en el secreto que se esconde tras las cortinas vegetales que crecen en los jardines privados; y sin embargo, el conjunto de verdes, incluidos los bordes de las mangas amplias y el trozo de tela que hacía de cinturón –los cuales eran de la misma tonalidad que la base– combinaban tan bien que el conjunto evocaba la frescura de un prado en primavera. Un atuendo lleno de vitalidad que parecía ser la puerta de algo más.

Además, la tela era preciosa y tan suavecita que cuando Denki la toco no pudo evitar deslizar los dedos sobre ella.

—Es muy bonita, ¿estás segura de que está bien usarla para esta mañana?

—Por supuesto, Alteza. ¿Me permite cepillarle el pelo?

Denki asintió y se sentó en el taburete sin dejar de mirar la túnica mientras Saeko se daba a la tarea de deshacerle la trenza con la que dormía, cepillarle el pelo hasta dejarlo completamente lacio, esponjoso y brillante, para finalmente peinarlo. Para ello separo los mechones de pelo que le enmarcaban la cara y tras ellos hizo una trenza a un costado de su cabeza con la cual termino envolviendo la media coleta alta que le apretaba la cabeza. El resto de su pelo cayó como hilos de oro a su espalda mientras Denki bostezaba.

Finalmente, Saeko añadió uno de los tocados altos que habían sobrevivido a la purga y se lo afianzo al moño con varias horquillas pequeñas. Era una pieza de cristal claro con un marco metálico que lanzaba destellos esmeralda, y los pequeños pendientes de cristal que lo coronaban se agitaban entre sí, haciéndolo tintinear, cada vez que Denki se movía.

Parezco gato, pensó Denki recordándose que debía evitar los movimientos bruscos. Entonces fue el turno de vestirse. Primero la ropa interior, luego la capa interna para mantener todo en su lugar, y finalmente la túnica, cuyo cinturón Saeko afianzo con tanto entusiasmo que Denki se sintió tentado de pedirle que lo dejara respirar. Al terminar, Saeko fue a detenerse frente a él. No dijo nada ni hizo nada, se quedó ahí juntando las manos frente a ella como si orara, mirándolo con una expresión risueña y encantada.

—¿Me veo raro? —pregunto Denki que tenía ganas de inclinarse para rascarse una rodilla. Saeko no le contestó así que supuso que la respuesta era sí. Seguro que parezco una maceta de oficina—. Bueno, creo que tengo tiempo para ir a la biblioteca antes de desayunar, así que búscame cuando sea la hora.

—Lo siento, Alteza, ya es tarde. El guardia Noche ha dicho que él lo acompañara al comedor y ha pedido que lo espere en su habitación.

Denki se abstuvo de rodar los ojos.

HanamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora