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Titulo Alternativo: El primer fallo de Denki

[...]

Gracias a los libros de su biblioteca, Denki había descubierto que ese mundo también medía el tiempo en meses, semanas y años, la única diferencia eran los nombres que usaban; pero nunca había prestado atención a las fechas conmemorativas.

La mención del Año Nuevo lo alarmó.

—Le he dicho a mi marido —decía Ankia, la esposa del segundo oficial en el departamento de agricultura— que quiero un nuevo set de abanicos para Año Nuevo.

—Pues mi hijo quiere un nuevo caballo.

Ellas siguieron conversando mientras Denki trataba de ocultar su cara de espanto.

—¿Qué planes tiene usted, Alteza? —preguntó una de ellas y Denki fingió beber su té para hacer tiempo.

—Todavía no lo decido —dijo— ¿alguna sugerencia? —y tras su pregunta sus invitadas se habían lanzado a enumerar un montón de actividades para él.

Al final había requerido una tarde con Aizawa y un montón de comentarios sutiles ante sus invitados para que Denki pudiera hacerse una idea de las festividades en el Año Nuevo. Descubrió que la mayoría de la gente iba al templo a orar, volvían a casa para una cena con la familia, e intercambiaban regalos.

Los regalos eran, aparentemente, una forma de renovar las cosas en la casa aunque muchos en realidad lo tomaban como una excusa para acumular más chucherías.

Gracias a Aizawa, Denki había aprendido que los nobles solían entregar pequeños detalles a sus sirvientes: Dinero, ropa, artículos de aseo, etcétera. Lo hacían de forma privada según su propia consideración.

Denki, por supuesto, había roto la tradición y había ido a preguntarles directamente.

Tras superar la vergüenza de tener al Tercer Príncipe preguntando que deseaban para Año Nuevo, cada uno de sus sirvientes había tratado de minimizar el asunto, pero Denki había insistido hasta que terminaron confesando: Toka quería un vestido nuevo. Sayu una colcha. Ina un adorno para el pelo. Mizushima botas nuevas. El único a quien no había conseguido coaccionar había sido Fantasma cuya respuesta siempre era la misma:

—Tengo todo lo que necesito, Alteza.

Denki no se rendía y seguía insistiendo. Lo hacía cada vez que salían a pasear en sus días libres.

Su día libre era lo mejor de toda su semana, era el único día en que no hacía reuniones ni iba al campo de entrenamiento. Era extenuante organizar las tertulias, estar al pendiente de la comida, del servicio, de la limpieza, solo para sentarse durante horas a oír chismes que lo aburrían, así que Denki había elegido tener un día para sí mismo. En ese día se abrigaba y salía a caminar con Fantasma, solo ellos recorriendo las calles de la zona. Le servía para fortalecer su cuerpo y para distraerse.

Fantasma solía ser un excelente conversador cuando se relajaba lo suficiente para no parecer un soldadito de plomo, aunque desde que Denki se enterara del Año Nuevo sus conversaciones habían girado en torno a un solo tema.

—No lo sé, Alteza —dijo Fantasma sin aminorar la marcha

—¿Cómo que no lo sabes?, deberías saberlo, es fácil, ¿cuál es tu color favorito?

—Nunca lo he pensado, Alteza.

—Pues piénsalo ahora. Si tuvieras que escoger un color que te guste, el que más te guste, ¿cuál sería?

—¿Negro?

—¿Me preguntas o afirmas?

—No lo sé, Alteza.

HanamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora