2.7. Compromiso

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Título Alternativo: Las obligaciones del Príncipe alcanzan a Denki

[...]

Denki se apartó de ahí y puso rumbo a la puerta. O mejor dicho echo a correr hacia la puerta sin detenerse a mirar atrás.

—¿A dónde vas? —preguntó el Emperador cuando Denki salió al pasillo evitando por centímetros estrellarse contra él.

La expresión enfadada de su padre lo saco de su trance, su presencia lo ayudó a empujar las palabras que se habían quedado atoradas dentro de él. Levantando un dedo acusador, Denki señaló hacia atrás, hacia donde Noche emergía tras el biombo.

—¡Mató al pájaro! —dijo y su voz se alzó estridente— ¡Lo sujetó y lo mató!

Los ojos del Emperador fueron de Denki a Noche y de vuelta, después se giró hacia el sirviente que lo acompañaba.

—Vete —ordenó y el sirviente se apresuró a obedecer; después miro a Denki—. Entra.

—¡Mató-!

El resto de la oración murió cuando la mano del Emperador se alzó contra su mejilla. Pese a ser un golpe sin fuerza, Denki notó el ardor en su piel y eso consiguió sacudirlo lo suficiente para ayudarlo a controlar su pánico.

—¡No se grita en mi presencia! —dijo el Emperador mirándolo con expresión iracunda— Y tampoco se señala. ¿No te han enseñado modales?

Denki bajó los ojos y entrelazó las manos frente a su estómago en un intento por controlar el temblor de éstas; cuando habló de nuevo se aseguró de modular su tono hasta convertirlo en un susurro quedo.

—Lo siento, padre. Me disculpo por mi comportamiento, pero Noche ha matado a uno de tus pájaros.

—¿Qué pájaros?

—Los pájaros que eran de mi madre. Las aves de plumaje dorado que tienes guardadas aquí.

No podía verle la cara así que no supo cuál era la expresión del Emperador al oír su afirmación, y cuando su padre habló de nuevo su voz tampoco dejaba transmitir su estado de ánimo.

—¿Qué dices a eso, Noche?

—Me temo que el Tercer Príncipe posee un corazón susceptible al escándalo.

—¡ERES-! —dijo Denki con ira, alzó los ojos a tiempo de ver como la cabeza del Emperador giraba hacia él con la misma expresión iracunda y su respuesta instintiva fue retroceder y atenuar su tono—. Fue un acto cruel.

—La muerte sin duda es cruel —respondió Noche.

Denki lo miró con el ceño fruncido.

—Tú lo mataste —dijo

—Solo seguía sus instrucciones, Alteza. Tal vez haya olvidado que fue usted quien quería sacarlo de la jaula.

—Eso no-

—Si el Príncipe no es capaz de responsabilizarse por sus decisiones tal vez no debería tener derecho a tenerlas.

—¡Y tú-!

—¡Basta!, los dos. Noche, ¿qué pasó con el pájaro?

—Me temo que está muerto.

—¿Qué Pasó?

—Son aves frágiles, Majestad, fue un accidente.

—¿Un accidente?

—Así es, y me disculpo por ello, Majestad. Intenté complacer al Príncipe y las cosas no salieron como esperaba.

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