CAPÍTULO 71

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Aunque pareciera imposible, los días pasaron como quien pasa las hojas de un libro sin ningún tipo de interés. Y todo fue gracias a Álvaro. Pese a todo lo que me rondaba la cabeza, él fue capaz de llevarme a un mundo en donde era imposible que me sintiera mal ni un segundo.

Ni siquiera me dio tiempo a pensar en Cristian. Thomas me dijo que ambos habían clavado el examen de matemáticas lo que me hizo sentir muy orgullosa. En cuanto a lo demás, nada. Desde la pelea no me había vuelto a acercar a él y por alguna razón, no le eché de menos. Estaba claro que me había mentido en cuanto a Álvaro y a la fiesta y no quería explicaciones de ningún tipo. No las necesitaba. Tenía a mis amigos y a Álvaro. No quería nada más.

El viernes volví a poner la excusa de que seguía resfriada para evitar ir a la academia. No había ido en toda la semana porque las tardes me las pasaba con Álvaro. Fueron unos días tan geniales que por mí los repetiría hasta el día de mi muerte. Nos conocimos un poco más. Me contó cosas sobre él de pequeño y sus planes de futuro, los cuales incluían seguir conmigo lo que me pareció una maravilla.

No quería nada más en esta vida. Solo quería estar con él.

Por otro lado, mi abuela había mejorado y a mitad de la semana la habían enviado a casa bajo vigilancia por unas semanas. Mis padres y Emma y Lucas decidieron quedarse un poco más para ver cómo se las arreglaba y asegurase de que estaba bien antes de regresar. Cogerían un avión de vuelta el sábado y llegarían el domingo en la madrugada.

Les echaba de menos, pero también me encantaba la pequeña "libertad" que me habían concedido aquellas tarde sin preocupaciones. Ni una. Lo único que rondaba mi cabeza era estar todo el tiempo con aquel chico. Y casa segundo me parecía poco.

Aquella tarde hacía muy mal tiempo. A mediodía se había formado una tormenta que no había desaparecido. Iba a quedar con Álvaro pero tenía cosas que hacer y no pudo. Malena y Nora estaban en casa del padre de la rubia y Álex estaba ocupado, así que no tenía plan y me quedé en casa.

Vi una película y me entró hambre. Miré todos los armarios de mi cocina y no vi nada que me apeteciera, así que cogí una chaqueta, dinero y las llaves y bajé a una tienda cerca de mi casa a por algo de comer. Puede que estuviera a escasos metros, pero la mojadura que pille fue como si me hubiera tirado a un río.

Entré en la tienda al mismo tiempo que sonaba una campanilla. Me quité la capucha y miré a mi alrededor. El local estaba relativamente vacío y en silencio. Si no lo supiera, parecía que estaba en una película de miedo a punto de que me clavaran un hacha por el costado. Sacudí la cabeza varias veces para deshacerme de aquellos pensamientos tan macabros. Había visto demasiadas películas con Álvaro aquella semana.

Me dirigí a la sección de patatas y chocolate y tras estar pensándolo un rato, decidí coger unas Pringles y unas barritas de chocolate con nueces. Caminé hasta el final del pasillo y doblé la esquina para coger algo de beber de la nevera.

Me fijé cómo a través de la ventana comenzaba a llover más fuerte y algún que otro trueno rompía el silencio fantasmal de aquel lugar.

Estaba observando la nevera cuando oí la campanilla de la puerta de entrada. Me dio por dirigir mi mirada a un espejo que había colgado en la pared haciendo esquina. Era como los que había en las carreteras y servía para vigilar la tienda en su totalidad. Desde mi posición y gracias al lugar donde estaba colocado, podía ver el pasillo por el que acababa de venir. Pensé que estaba sola en la sección pero para mi sorpresa, al fondo vi a una persona parada. Fruncí el ceño y me fijé un poco más. Aquella persona llevaba una sudadera negra con la capucha puesta. Unos segundos más tarde, me di cuenta de algo escalofriante. La persona a la que estaba observando no estaba mirando las patatas sino que me estaba mirando en mi.

Mi Mejor Enemigo #MME3Onde as histórias ganham vida. Descobre agora