Al día siguiente, llegué pronto a casa y pude comer con mi madre y mi hermano ya que mi padre estaba de servicio.
– La semana que viene es Carnaval – comentó mi madre – ¿Tienes pensado hacer algo?
Con tantas cosas en mente se me había olvidado.
– Salir el sábado, como todos los años.
– ¿A dónde vais a ir?
– A donde nos lleve el viento, mamá – se me quedó mirando con gesto neutro, pero es que era la verdad. Todos los años quedábamos en el parque y decidíamos en el momento a dónde queríamos ir.
– ¿Y el disfraz? – me encogí de hombros.
– Estaría bien hablarlo pero no me he acordado. Ya sabes. Con los estudios se me va la cabeza.
– No te lo crees ni tú, hija mía.
Tenía razón. No era una estudiante de sobresalientes, con aprobar me conformaba.
– ¿Y tú, Liam? ¿Ya sabes de qué te vas a disfrazar? – le pregunté a mi hermano, el cual no dejó de comer y habló con la boca llena de comida.
– De lo que me diga el viento.
– Ja, Ja. Muy gracioso – respondí con ironía.
– Liam... – le regañó mi madre por responder así y por hablar con la boca llena. Él trago y volvió a hablar.
– Yo no me disfrazo. Es una tontería – dijo dejando el tenedor en el plato.
– No lo es. Es muy divertido. Ponerte ropa especial, pintarte la cara, ir igual que tus amigos... ¡Es genial! – expliqué inclinándome hacia delante – Y no me vengas con esas. El año pasado te disfrazaste de gato, y te lo pasaste muy bien.
– Pero este año paso. No quiero – acabó el plato rápido, se levantó de su sitio y salió de la cocina.
– ¡Liam! ¡Ven aquí! ¿No quieres un helado? – dijo mi madre elevando la voz para que le oyera.
– ¡No! – respondió y se oyó una puerta cerrarse, lo más seguro la de su habitación.
– Yo si quiero un helado – dije y mi madre me miró mal – ¿Qué? Para una vez que no digo nada...
– Ya lo sé. ¿Pero no ves que está como está, que a la mínima salta? – bebió un poco de agua – Deberías hablar con él.
– ¿Yo? ¿Y por qué no tú?
– Pues porque yo soy su madre, y no es lo mismo hablar con una madre que con una hermana. Él tiene esa ventaja, ayúdale y aconséjale. Yo no tuve esa suerte – comentó y siguió comiendo.
Yo también terminé de comer. Dejé los platos en el fregadero y me dirigí a la habitación de Liam. Mi madre tenía razón. Mi deber como hermana mayor era ayudarle.
Piqué varias veces con los nudillos en su puerta, y como no recibí respuesta decidí preguntar en voz alta.
– Liam, soy yo. ¿Puedo pasar? – silencio.
Presioné la manilla y entré. Estaba tumbado en la cama, mirando hacia la ventana y de espaldas a mí. Cerré la puerta y me acerqué a él. Esquivé los Lego que tenía en el suelo y me senté a su lado.
– Sé que llevas un tiempo enfadado, y no sé con quién...
– No estoy enfadado – me interrumpió molesto.
Está bien, Val. Mantén la calma. Solo tiene 10 años.
– Liam. No eres tú. Puedes contarme cualquier cosa, lo sabes. Para eso estoy aquí, para guardar tus secretos y solucionar tus problemas sin necesidad de contarle nada a mamá y a papá – se quedó callado. Le puse una mano en la espalda y la moví en círculos, intentando que se relajara – Cuéntame qué te preocupa y lo solucionaremos juntos.
Se quedó un minuto callado hasta que al fin se sentó en la cama, a mi lado. Se agarró las manos y bajó la mirada a ellas.
– Es Carla – dijo como si yo supiera quien era Carla. Como no dije nada, me lo explicó – Es una niña del colegio.
– Ah... Ya entiendo – asentí repetidas veces – Te gusta pero pasa de ti.
– No es solo eso. Ella sabe que me gusta. Antes éramos amigos y ahora se pasa el día con otro niño y eso me molesta mucho – respiró hondo.
– No me digas... No te hace ni caso – el negó – ¿Sabes una cosa, Liam? – le pasé el brazo por los hombros – Esa tal Cara, o como quiera que se llame no merece tú atención.
– Se llama Carla – aclaró.
– Me da igual. Una niña así no debería hacer esas cosas, y menos a ti habiendo sido amigos. No debes hacerle ni caso. No digo que te deje de gustar de ahora para mañana, a pesar de ser un amor de niños.
– ¿Tú qué sabrás? – habló a la defensiva.
– Pues más que tú, hermanito. Y ahora escúchame con atención y mírame – levantó la mirada de sus manos hasta mis ojos – Si pasa de ti, debes olvidarte de ella y dejar de pensar en lo que hace. Se te pasará, aunque creas que no. Tan solo deja que el tiempo pasé y deja de prestarle atención.
– Pero me gusta mucho – dijo con los ojos cristalizados.
– Lo sé, Liam. Hay veces que no conseguimos todo lo que queremos y nos enamoramos de personas que no nos corresponden. Pero el tiempo siempre pone a cada uno en su sitio. Y no debes preocuparte por ello, ¿me oyes? Olvídala – hice una pequeña pausa – ¿Qué crees? ¿Qué con esa cara no hay más niñas detrás de ti? Vamos, seguro que más de una está loca por tus huesos – se le escapó una sonrisa que no duró mucho – Eres aún muy pequeño, Liam. Tienes mucho camino por recorrer y no debes disgustarte ni enfadarte con el mundo por estas cosas. Esa niña no te merece. ¿Me has entendido? – el asintió y me abrazó.
Noté como algunas lágrimas caían de sus ojos y acaban en mi camiseta.
– Recuerda esto porque solo te lo voy a decir una vez: vuelves a llorar por esa niña y te meto tal leche que acabas en el norte de Canadá – el dejó escapar una carcajada y se separó. Se limpió la cara con las mangas de la chaqueta y sonrió – ¿Mejor?
– Mejor – respondió y le revolví el pelo.
– Ahora me voy a ir, y cuando vuelva no te quiero ver con esa cara de amargado que me llevas – él abrió la boca ofendido. Sin embargo, ya tenía otro brillo en los ojos.
Me levanté y me dirigí hacia la puerta. Antes de salir por ella, Liam me dijo:
– Gracias, Val.
– Para eso estoy – le sonreí y salí de su habitación.
Mi madre estaba apoyada en la pared, escuchándolo todo.
– ¿Ya está?
– Ya está.
Sonrió y se puso recta.
– Me alegro de que lo hayas podido solucionar – me dio un corto abrazo.
– Ahora... ¿ya me puedo comer el helado? – puse carita de ángel y ella rodó los ojos.
– Claro que sí. Pero date prisa, tienes que ir casa de Thomas – dijo siguiéndome hasta la cocina con una sonrisa en la cara.
– Thomas puede esperar – hablé abriendo el congelador – El helado no.
💜
Próximo capítulo el Miércoles 😉
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Mi Mejor Enemigo #MME3
Teen FictionTercera parte de la trilogía MME ¿Y si te dijeran que debes cuidar a un crío muy inquieto de 10 años durante una semana? ¿Y si te obligaran a dar clases de matemáticas sin recibir nada a cambio? ¿Y si tuvieras que aguantar al tío más imbécil del ins...