CAPÍTULO 17

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Al día siguiente les conté lo que me había pasado a mis mejores amigas.

– ¿Dónde está la cámara oculta? – preguntó Nora mirando a todos lados.

– Lo sé. Yo tampoco me lo podía creer – me apoyé en la pared del pasillo.

Estábamos en el descanso de quinta hora. No estábamos solas. El pasillo de cuarto estaba bastante lleno de gente que quería respirar aire limpio antes de volver a la última clase.

La cara de Malena era todo un cuadro.

– ¿Vosotras sabíais que tocaba el piano y cantaba?

– Sí – respondió la morena – Empezó con once o doce años. Siempre presumió de ello, pero no lo hace muy bien que digamos – negó muy seria y con un toque de asco – ¿Y qué vas a hacer? – se cruzó de brazos soltando un suspiro, como si el tema le aburriera.

Malena era muy maja, pero cuando no le gustaba algo o no conseguía lo que quería se ponía de mal humor y no intentaba disimularlo.

– Aún no lo sé – me encogí de hombros pasando de la actitud de mi amiga – Aunque tengo que decidirlo pronto. La boda es el mes que viene – el pasillo empezó a despejarse. A lo lejos vi como Álvaro se acercaba a las escaleras junto a un chico de su clase. Iba hablando animadamente. Le seguí con los ojos y él miró en mi dirección. Me dio un vuelvo al corazón pero él sonrió y me guiñó un ojo.

Mis dos amigas vieron todo el proceso. Solté un suspiro.

– ¿No es super mono? – dije mientras sentía que ascendía a una nube en lo más alto cielo.

– ¡Vaya, cariño! Qué rápido cambias de tema – exclamó Nora rodando los ojos.

– Es que es la verdad – me defendí.

Vimos al profesor en el fondo del pasillo. Teníamos lengua. Era la única clase en la que estábamos las tres juntas.

– Hacéis buena pareja – el subidon de alegría me inundó de arriba a bajo – ¿Pero cuánto tiempo habéis estado juntos? ¿Cuatro horas? ¿Y solos? ¿Cinco minutos? – Entramos en clase y Malena se sentó en su sitio, al lado de Nora.

– Son suficientes – le respondí. Ella negó en desaprobación.

– Val tiene toda la razón – me apoyó Nora que se sentó en su sitio – En cuatro horas pasaron muchas cosas entre ellos: se tiraron comida, le invitó a bebida y le cogió de la mano durante, ¿medio minuto? – la miré para que bajara la voz. Estaba alzando el tono demasiado – Y acaba de guiñarle un ojo sin venir a cuento. ¿Qué más quieres? – se inclinó hacia Malena que se quedó callada.

El profesor entró en el aula cerrando la puerta tras de sí. Me senté en mi sitio junto a Alex.

– ¿He oído bebida? – me preguntó mi mejor amigo pícaramente.

Negué mientras soltaba una carcajada. A Alex le gustaba beber, sobre todo hacer botellón los fines de semana. Era algo increíble porque por más que bebiera lo controlaba muy bien y pocas veces se emborrachaba de verdad.

Era un ídolo a seguir.

La última hora me la pasé pensando en Álvaro, en sus perfectos dientes blancos y en sus ojos color café. Me daba igual lo que dijera Malena. Álvaro y yo estábamos progresando, no sé de qué manera, pero estaba segura de que pronto algo entre los dos iba a pasar.

Volvimos a casa como todos los días. Me despedí de Alex en mi portal y subí a casa donde me esperaba mi madre.

Solté las cosas en la entrada y entré en la cocina. En la mesa tenía un plato de macarrones. Al lado estaba Liam que ya tenía el plato a la mitad.

– Qué pasa campeón – dije revolviéndole el pelo. El se apartó, pero no con mala cara. Me gustaba ver a mi hermano bien.

– ¿Qué tal hoy en el instituto? – preguntó mi madre mientras me sentaba. Empecé a engullir la comida. Tenía mucha hambre – ¿Te han dado alguna nota?

– Sí. Un cinco en inglés – me encogí de hombros.

– En tu linea, ¿eh?

A mi madre le gustaría que sacase mejores notas, pero por más que lo intentaba no me daba el cerebro para tanta información, la mayoría, sin importancia.

– Ah mamá, se me olvidaba. Dos cosas – dije con la boca llena. Ella me miró con las cejas enarcadas. Tragué – La primera, vas a alucinar. ¿Te acuerdas de Verónica, la archienemiga de Nora y Male? – ella asintió lentamente – Pues me ha propuesto cantar en la boda de su hermana.

Ella no se pareció inmutar.

– No me extraña, Val. Tienes una voz preciosa – habló mientras abría la tapa de un yogurt.

– No me refiero a eso – rodé los ojos – ¿No es raro que estando a muerte con mis dos mejores amigas venga a pedirme un favor como ese? – se encogió de hombros.

– Yo no lo veo raro – intervino Liam – Cantas bien y quiere tu ayuda.

– Ves, hasta tu hermano es más listo que tú – me ofendí – Cariño, si quieres hacerlo, hazlo. Nadie te lo impide. El problema no lo tienes tú con ella, lo tienen Malena y Nora.

Lo pensé un rato mientras seguía comiendo. Era verdad lo que decía mi madre, aunque me seguía resultando algo extraño.

Sin embargo, cuanto más lo pensaba más me apetecía actuar a pesar de morirme de vergüenza cuando lo hacía. Sí había cantado para más gente que no fuera mi familia, pero tan solo había sido un par de veces.

Esto, quizás sea una oportunidad para perder el miedo escénico. Igual aceptaba. Total, allí nadie me iba a conocer.

– ¿Y qué era la segunda cosa que querías? – pregunto mi madre acabando el postre.

– ¡Ah sí! – exclamé recordándolo – Dinero para mi disfraz.

Ella me miró seria. Pensaba que le iba a decir algo más interesante. Sonreí torciendo la cabeza con gesto tierno y ella puso los ojos en blanco.

Carnaval era la semana que viene y aún no sabía ni de qué me iba a disfrazar ni a dónde iba a ir

Ella me dio treinta euros y me obligó a traerle vuelta. Obviamente, si la tenía no se la iba a dar y ella lo daba por sentado.

Me fui a mi habitación tras lavar los dientes y me tumbé en la cama a mirar un rato el móvil.

Pensé una y otra vez el tema de Verónica y al final tomé una decisión.

Abrí el WhatsApp, entré en el chat y le envié un mensaje:

Val, 15:20: Está bien. Cantemos juntas.

💛

Aquí está el capítulo de esta semana. Espero que os guste❤️

Mi Mejor Enemigo #MME3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora