CAPÍTULO 19

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Me giré rápidamente sobre mis talones con los ojos bien abiertos, muerta del miedo, pero cuando vi quien se encontraba detrás de mí, mi cuerpo se relajó automáticamente.

– Menudo susto me has dado, imbécil – le dije a Álvaro empujándole por el hombro.

Llevaba unos pantalones de chandal largos y una sudadera con la capucha puesta. También llevaba una mochila a la espalda.

– Esa era mi intención – respondió con una sonrisa y yo rodé los ojos.

Se había metido bajo mi paraguas por lo que estábamos a pocos centímetros el uno del otro. Cuando me di cuenta, estuve a punto de caerme y las mariposas levantaron su vuelo en mi estómago. Intenté no ponerme nerviosa pero me dio la sensación de que él notó que lo estaba.

– ¿Hoy tenías entrenamiento? – señalé su mochila con un ligero movimiento de cabeza intentando actuar con normalidad.

– No, no. Vengo del gimnasio y claro, se me olvidó el paraguas – conque del gimnasio eh. Claro... Esos abdominales de algún lugar tenían que salir – Siempre me pasa.

Me quedé unos segundos pasmada pensando en su increíble cuerpo esculpido por el propio Miguel Ángel.

– Si quieres te acompaño a casa – mi boca habló por si sola. No me creía que hubiera dicho eso.

– No quiero que te molestes, de verdad. No está muy lejos, puedo ir andando. No me mojaré mucho.

– No tengo prisa – me encogí de hombros sonriendo.

Él me miró durante un buen rato en el que me dio un vuelco al corazón.

– Está bien, Vamos – se metió mas manos en los bolsillos y comenzamos a andar.

El examen de biología podía esperar.

Me guió. La zona en la que nos encontrábamos la conocía, pero no tenía ni idea de dónde vivía.

– ¿Y tú? ¿Qué te traía por aquí? – preguntó mirando al suelo, y luego a mí.

– Venía de casa de Thomas.

– ¿De dar clase de mates a él y a Cris? – asentí sonriendo y extrañada. Se me hacía raro oír el nombre de Cris haciendo referencia al Cristian que conocía. Pero algo me llamó más la atención: aquello significaba que habían hablado de mí.

Sentía como unas alas brotaban de mi espalda y me llevaban volando al cielo.

– Hay que tener un gran valor para intentar enseñar algo a esos chicos.

– Lo sé. Llevamos dos días y ya me han sacado de quicio más veces de las que hubiera imaginado – soltó una pequeña carcajada y yo me sentí bien.

Seguimos hablando un rato mientras caminábamos bajo el ruido de la tormenta. A veces creía entrar en cólera... Al fin y al cabo, caminaba bajo la lluvia hombro con hombro con el chico que no me podía sacar de la cabeza. Hasta sin peinar estaba guapísimo. Le miraba de reojo y yo le pillé algunas veces mirándome. Ambos sin decir nada. ¿Aquello era real?

Al final y por desgracia llegamos a nuestro destino. Se trataba de una casa rústica, bastante grande y con unos ventanales de cristal enormes. Se encontraba rodeada de otras casas parecidas. Conocía el barrio. Se trataba de una de las zonas más caras de la zona. No me sorprendió dado que Álvaro daba el pego de chico guapo y rico. De hecho, lo era.

La lluvia aumentó en cantidad y caía con tanta potencia desde el cielo que al chocar con el suelo nos salpicaba hasta por encima del tobillo. Además, el viento sopló con más fuerza y en aquel momento no había paraguas que te protegiera de aquella repentina tormenta. Los relámpagos iluminaron el lugar y los truenos comenzaron a sonar más de seguido.

Mi Mejor Enemigo #MME3Where stories live. Discover now