Verónica me había respondido con un: "perfecto👏🏻 avisaré a Melissa. ¿Qué te parece empezar mañana?"
Le respondí con un: "claro, nos vemos en la academia".
No sé por qué pero me sentía bien y con ganas de ensayar con ella.
Después de estar un rato grande con el móvil, hice los deberes y estudié para el examen de biología que tenía el viernes. A las cinco, cogí el bus para ir a casa de Thomas.
Allí ya estaba Cristian pero hubo un detalle que me sorprendió demasiado. A la puerta de la casa de mi primo, estaba aparcada una moto deportiva negra y daba por sentando de que no era de Thomas.
Hoy, nos sentamos en la mesa del comedor, en el salón.
– La moto que hay fuera, ¿es tuya? – pregunté mirando a Cristian.
Levantó la mirada del papel para coincidir con la mía.
– Sí – respondió sin sorprenderse.
Pues claro, hija. ¿Por qué se iba a sorprender? ¡Ni que le estuvieras pidiendo matrimonio!
– ¿Por? – hizo una pequeña pausa – ¿Te gusta? – enarcó una ceja mientras sonreía.
– Para nada. Todo lo que tenga que ver contigo me disgusta – esperé una respuesta peor que la mía, pero se limitó a callarse y a volver a mirar el papel.
Esta vez fui yo la que me sorprendí. Algo pasaba. No era normal que no me respondiese con un tono irónico o burlón.
Lo dejé pasar y seguimos con matemáticas. No podía decir que eran expertos en el tema, pero iban pillándolo... Muy poco a poco.
Hicimos una pausa para merendar.
– ¿De qué os vais a disfrazar?
Cristian levantó la cabeza de la galleta y me miró muy serio, como si lo que acababa de decir hubiera sido una aberración.
– ¿Qué pasa?
– Nada. ¿Qué va a pasar? – le mantuve la mirada unos segundos sin expresión alguna.
Que chico tan difícil.
– Yo sí me voy a disfrazar – intervino Thomas recostándose en la silla con las manos en la nuca – Pero no os lo voy a decir.
– ¿Enserio, Thom? ¿De verdad vas a dejarme con la intriga? – exageré y él asintió – Sabes que soy capaz de buscarlo por toda la casa – bromeé y él me miró mal.
– ¿Y tú? – me preguntó Cristian.
Me extrañó que se interesara por algo mío.
– Iré a buscarlo este finde al centro comercial – respondí todo lo amable que podía ser – ¿Y tú?
Se limitó a mirarme sin decir nada otra vez. Por un momento me dio miedo. ¿Sus profundos ojos marrones transmitían neutralidad o querían matarme por hablarle con ironía?
Creo que lo segundo. Duerme con un ojo abierto por la noche.
– ¿Para qué? – me recordó a mi hermano.
– ¡Pues por diversión! Ya he tenido esta conversación y no me apetece repetirla – solté un gran suspiro.
– Es que yo en Carnaval suelo divertirme haciendo otras cosas.
ESTÁS LEYENDO
Mi Mejor Enemigo #MME3
Teen FictionTercera parte de la trilogía MME ¿Y si te dijeran que debes cuidar a un crío muy inquieto de 10 años durante una semana? ¿Y si te obligaran a dar clases de matemáticas sin recibir nada a cambio? ¿Y si tuvieras que aguantar al tío más imbécil del ins...