CAPÍTULO 13

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– A ver... Esta ecuación da lugar a esta línea paralela al eje de ordenadas... – dije dibujando una gráfica en un papel – ...porque no tenemos el valor de y, solo el de x, ¿lo entiendes?

Estaba sentada en el escritorio de Thomas al lado de Cristian intentándole explicar el ejercicio de deberes. Estábamos a escasos centímetros pero yo estaba apoyada en la mesa y él tumbado en la silla con aire pasota.

Cristian y Thomas iban a la misma clase, yo iba a otra. Lo bueno era que yo llevaba más teoría dada que ellos y era más fácil hacer las cosas, dentro de lo que cabía.

Tan solo tenían dos ejercicios de deberes, pero llevaba una hora intentado que lo entendieran. Thomas lo había pillado más o menos bien. Cristian no y estaba a punto de perder la paciencia.

– No – respondió él. Se acercó a mirar la hoja y me cogió el boli de la mano – ¿Por qué tenemos el valor de x y no el de la y? – rodeó la ecuación que nos daba el enunciado y empezó a escribir cosas que no tenían ningún sentido.

– Porque la x la sacas de aquí. ¿Te has estudiado la teoría? – elevé las cejas y él me miró mientras se le escapaba la sonrisa.

Tenía unos labios carnosos y los dientes muy blancos. Pude fijarme por un segundo en como se le formaban dos hoyuelos en ambas mejillas cuando sonreía. Me gustaban los hoyuelos.

– Antes de hacer nada hay que saberse la teoría, Einstein – le dije levantándome de la silla – Vale. Necesito un descanso – salí de la habitación y bajé las escaleras hasta la cocina.

Fui directa hacia la caja de las galletas y sin miramientos, cogí tres.

En mi defensa diré que tenía hambre y que era una niña en crecimiento. Si mi madre me hubiera visto me hubiera pegado tal voz que no hubiera vuelto a coger una galleta en mucho tiempo. Ella no quería que engordara, y yo engordaba con facilidad, pero la vida eran dos días y había que disfrutar de ambos al límite.

Me senté en una silla. Había terminado la primera galleta cuando alguien me cogió una de las dos que tenía en la mesa.

– Oye. Esa era mía – me giré hacia Cristian. Él ya le había pegado un gran mordisco.

– Tu lo has dicho. Era – se apoyó en la mesa, a un metro de mí mientras comía.

Hubo un minuto de silencio entre ambos, un minuto en el que me fijé más en Cristian. Si que tenía un aire de "macarra" de los ochenta, pero tampoco veía en él lo que veía Malena.

– Estarás contento, ¿no? – dije llamando su atención. Él me miró extrañado – Estaremos juntos en orientación.

Él asintió ampliamente.

– Estoy muy contento. Cuando me lo dijeron no me lo pude creer. Casi salto de la emoción y todo – dijo con ironía – Solo espero que por tu culpa mi nota no empeore.

Abrí la boca ofendida.

– ¿Quién te dice a ti que yo soy el problema? – me puse a la defensiva.

Él sonrió mirando al frente.

– Tan solo te aviso. Ya me cuesta estar aquí contigo una hora como para estar todo el día, y encima cooperando.

– El sentimiento es mutuo, pero has sido tú el que has venido a mí pidiéndome ayuda... Que no se te olvide – le dejé callado unos segundos

Eso es Val. Demuestra quien manda aquí.

Acabé la galleta que me quedaba y limpié las migas que había caído. Mientras, Cristian miraba la nevera de Thomas en la que había varios imanes y fotos de toda la familia a los sitios a donde habíamos viajado.

– ¿Esa eres tú? – preguntó señalando una foto en la que estábamos Thomas y yo muy sonrientes de espaldas al mal, en un crucero. Aquel maldito crucero.

Me puse a su lado y contemplé la foto.

– Sí. Muy mona ¿no? – me crucé de brazos y él volvió a sonreír.

No sé que quería decir aquella sonrisa: que tenía razón o que estaba hartándose de mis contestaciones.

Lo sentía mucho Cristian. Valeria es sinónimo de ironía.

– No fue un gran día – comenté sin saber porqué y seguido Thomas nos llamó.

Cristian se me quedó mirando un buen rato, como queriendo adivinar que significaba aquella frase. Le dirigí una última mirada y subimos hasta la habitación de Thomas.

– Debemos darnos prisa – dije una vez que estábamos todos de nuevo en la habitación.

– ¿Por qué? ¿Tienes que dar clase a otros Einsteins como nosotros, o qué? – habló Cristian volviendo a sentarse en su silla en el escritorio.

– No, idiota – respondí todo lo amable que podía ser en aquel momento – Tengo cosas que hacer.

– ¿El qué? – insistió el mismo.

No me gustaba hablar de mí y tampoco decir lo que hacía ni lo que me gustaba a gente como Cristian.

– De piano – dijo Thomas por mí. Le miré muy mal y él tan solo sonrió inocentemente – Lo hace muy bien – Cristian elevó las cejas interesado.

– Muchas gracias, Thom, pero estamos aquí para otra cosa – dije empezando a ponerme roja – Así que, ¿podemos seguir y acabar de una vez ya?

Me senté de nuevo en la silla e intenté explicarle el ejercicio otra vez a Cristian. Esta vez pareció que puso más atención y tras unos cuantos intentos finalmente lo supo hacer.

Nadie dijo nada más de nada. Solo pequeñas conversaciones con los números de protagonistas.

Por un momento me sentí orgullosa como estudiante que entendía la lección lo suficientemente bien como para poder explicárselo a otra persona. Pero la sensación no duró mucho ya que recordé que mañana tendría que hacer lo mismo y aunque el resultado fuera igual de bueno que el de hoy, me daba pereza.

💜

He estado leyendo vuestros comentarios y muchos me pedís que actualice más de seguido. He estado pensando y voy a hacer (o a intentar hacer) lo siguiente: seguiré publicando capítulo los miércoles de normal y si me coincide bien y puedo publicaré un corto capítulo el fin de semana (viernes, sábado o domingo)

Así la historia avanzará y podréis leer más de seguido. Espero que os guste la idea y que funcione❤️ Os recuerdo que os leo a todos, A TODOS y que me encanta leer vuestros comentarios y mensajes. Muchos me hacen reír y me alegran el día. Así que seguir comentando sin miedo, que yo os voy a leer sí o sí.

Una vez más, gracias por estar ahí y por apoyarme con vuestros votos y mensajes cada día. Sois los mejores 💞

Mi Mejor Enemigo #MME3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora