CAPÍTULO 82

2.2K 211 157
                                    

Había perdido el control de mi vida. ¿Cuándo había pasado a ser una marioneta de un psicópata? Había crecido con una sombra que no era la mía, acechando constantemente incluso en los lugares en los que me creía protegida. Me sentía desnuda ante la posibilidad de que Iván me conociera más que yo misma.

Me daba asco. Sobre mi piel estaba tatuada su marca y si intentaba quitármela tan solo me desgarraría la carne. Estaba marcada por su sello. Llevaba marcada desde el día que nací.

Sabía que llorar no me iba a servir de nada, pero no era capaz de hacer otra cosa. Nada de los últimos meses había sido real. No entendía cómo todo el mundo había conseguido engañarme de aquella forma. ¿Cómo Álvaro se había atrevido a jugar conmigo? No parecía cosa de alguien cuerdo. Me había puesto en peligro y no había hecho nada para evitarlo.

Había perdido meses valiosos de mi vida y gracias a esa falta acabé allí metida, en medio de la nada en las dichosas manos del destino. Pendía de un hilo y estaba a punto de caer en un agujero negro cuando Cristian me habló y me sacó de mi espiral:

– No llores, por favor. No puedo verte así.

Hice un intento por que mis hombros dejaran de convulsionar y elevé la cabeza soltando las últimas lágrimas que se me habían acumulado en los ojos.

– No me puedes pedir algo así – dije entre sollozos con la voz cortada – No tienes derecho.

– Lo sé – afirmó con tono agotado – Debería de habértelo contado. Pero ambos sabemos que si lo hubiera hecho, habrías huido y todo habría sido mucho peor.

Me quedé callada unos segundos intentando controlar mi respiración.

– Claro que hubiera huido – confesé sin saber si era la verdad – ¿Por qué te acercaste a mí? ¿Por qué entraste en mi vida de esa forma? – probé a no volver a llorar, pero fue imposible y rompí en llanto – ¿Por qué dejaste que te besara?

Que mi pasado hubiera sido todo un engaño dolía, pero lo que había hecho Cristian me mataba.

Él apartó sus ojos de los míos y frunció los labios.

– Solo quería protegerte. Era la única forma de mantenerte alejado de él – me miró de nuevo y sus ojos brillaron bajo la luz de la luna – Te había estado buscando, Valeria. Desde que supe que había salido de la cárcel. No conocía ni tu nombre ni sabía quién eras, pero tenía que encontrarte antes de que él lo hiciera. Tuve problemas y me tuvieron que cambiar de instituto y estaba a punto de darme por vencido cuando aquella tarde me choqué contigo en el campo. Y enseguida supe que eras tú – hizo una breve pausa para coger aire – Te juro que hubiera hecho cualquier cosa para detener todo esto, pero nunca pensé que iba a llegar tan lejos.

Por alguna razón, me dieron más ganas de llorar. Si aquello era cierto, no sabía como digerirlo. Tenía tantas preguntas que hacerle que no sabía cómo empezar ni si de verdad quería conocer las respuestas.

– ¿Cómo es posible? – elevé la cabeza para detenerlas lágrimas. Un segundo después, le miré – ¿Cómo es posible que no me diera cuenta?

– Porque he sabido jugar muy bien mis cartas – mostró una sonrisa triste.

– Entonces, por eso siempre te has mostrado a la defensiva – razoné intentando encajar las piezas del puzzle en mi cabeza – Porque no querías que descubriera quién eras – Cristian asintió – Y mientras, lo sabías todo sobre mí.

Mi Mejor Enemigo #MME3Där berättelser lever. Upptäck nu