8. Caminata fallida

Start from the beginning
                                    

Un perro empieza a gruñir cuando nos acercamos a la puerta de su casa, mostrando los dientes como león hambriento. Mi reacción inicial es gritar desaforado, como si esos colmillos ya estuvieran en mi yugular. Le lanzo mi mochila en un intento por defenderme bastante innecesario. La reja que nos separa es suficiente para emparchar el peligro que supone uno de mis peores miedos: el ladrido canino.

—¡Santas barbas de Jerusalén, Mery Stuart! ¡Sabía que este camino no estaba bendecido por el Señor! —vocifero alterado cuando mi amiga se arrima hasta la reja para alcanzarme de vuelta la mochila, que acepto gustoso a unos diez metros de la casa del monstruo ladrador que dicen llamar mascota.

—Perdóname, Howie. —Cuando por fin vuelve a caminar a la par, me da unas palmaditas suaves en la espalda en una especie de caricia—. ¿Cómo puedo recompensártelo?

Chasqueo los dedos para tratar de tranquilizarme. 

—Solo cuéntame lo bien que te la estás pasando con tu trabajo. Será reconfortante saber que alguien verdaderamente tiene una compañía que disfruta —menciono.

Mery se encoge decepcionada por un instante. Me pregunto si debería ver si todo va bien, pero cuando vuelve a erguirse con más fuerza que nunca cualquier duda se disipa:

—Nada se asemeja a tu compañía. —Sus ojos después de esa frase se transforman en algo desconocido—. De haber sabido que Genevive te pondría con esa rata de alcantarilla, esa sucia...

Mery se frena en seco al notar la bocanada de groserías que estaba dispuesta a lanzar sin escrúpulos. Mi mejor amiga se percata de su error al ver mi rostro estupefacto, porque no puedo creer como esto es posible.

—Estabas criticando —esbozo y me freno en seco, apretando con fuerzas mi mochila del temor de su respuesta.

—No, Howie, claro que no...

—¡Estabas criticando a Azariah y no tuviste ningún shock divino que te frenara de hacerlo! —Mi mente maquina a toda velocidad, pero solo encuentra una conclusión realista—. Eso quiere decir que tú... que tú...

Mery me tapa la boca para susurrarme al oído lo que no quiere que absolutamente nadie se entere:

—Que estoy en el Nivel 7 del Averno y puedo criticar a las personas.

Pienso en contestarle una catarata infinita de cosas, pero no soy capaz de mencionar ninguna. Saber que Mery todo este tiempo no ha sido tan devota como creía y que me lo ha ocultado sin pena ni gloria me hace sentir engañado. Si me tomas de improviso, en un impulso hasta podría decir que no la reconozco.

Y yo que me preocupé por mentir acerca del fanfic. Qué iluso que fui. 

No puedo ocultar mi rostro decepcionado. Tampoco se me ocurren cosas lindas para decir ni chistes ingenuos para contar. Percibo la falta de honestidad de Mery como un puñal al corazón que me deja solo en todo este entorno de incomprensión en el que me veía reflejado. ¿Con quién rezaré ahora? ¿Con quién compartiré mis placeres culposos? Las preguntas se tornan más difíciles cuando empiezo a debatir internamente la continuidad de mi relación con ella. ¿Cómo haré para volverla a mirar con los mismos ojos? 

—Déjame explicarte...

Mi teléfono suena. Salvada por la campana. Para mi poca suerte, es Azariah. 

Atiendo dándole la espalda a Mery como una muestra infantil de que desapruebo completamente lo que me hizo.

—Oye, oveja. Mi casa está repleta de niñatas listas para una pijamada. Estoy a unos minutos de llegar a tus misericordiosos aposentos para seguir con el trabajo. —De la desesperación me quedo congelado, sin poder contestar algo coherente—. Adiós.

Comienzo a correr como Forrest Gump. Dejo atrás a Mery sin despedida de por medio y acabando con nuestra usual caminata de forma repentina. En cualquier otra circunstancia me habría sentido terrible por dejarla plantada, pero supongo que después de lo que me ha hecho ella entenderá mi accionar como una dulce venganza. No la culpo por hacerlo, por más que la señorita Stuart también sabe que no creo en el resentimiento.

La realidad es que estoy muerto de miedo por Azariah. No quiero que manipule a Britney ni a Oklahoma con sus endemoniadas tendencias, no quiero que conozca a mis padres y que se enojen conmigo por traer malas influencias a nuestra pacífica tierra santa. 

Bueno, toda la tierra santa que se puede considerar con una hermanita que ya subió al nivel 8 del Averno y parece disfrutar causarle un mal a la gente a su alrededor. Lo único que le falta es que llegue la reina del Averno de la secundaria para terminar de corromperla.

No puedo permitirlo.

—¡Ayúdame en esta misión imposible, Señor! —grito mientras sigo corriendo a toda la velocidad que me permiten mis piernas y mi respiración agitada.

Un calor rebosa todo mi cuerpo haciéndome transpirar y poniendo mis cachetes como los de un tomate. Lo sé porque arden como no se dan una idea.

Parece que el Señor no me escuchó, no quiso hacerlo por mis malas actitudes de la semana o simplemente porque no recé lo suficiente. 

Cuando piso la puerta de entrada de mi hogar, veo a Azariah agachada al lado de Oklahoma. Ambas sonríen con una picardía tal que evalúo sacar un crucifijo para alejar el demonio de estos lares.

—Exacto, Oklahoma. Escupir a la gente es completamente normal.

Éticamente hablando, te quieroWhere stories live. Discover now