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ESPECIAL 



Sunmi estaba cayendo en un agujero sin fin, desarmándose de a poco, viendo todo a su alrededor derrumbándose, sus recuerdos e incluso lo que no recordaba, pero lo que más sobresalía de todo eso eran los ojos de Yeosang, que parecían estar en todos lados, observándola con diversión, disfrutando ese sufrimiento.

Lo logró ella era polvo y podría dejarse ir a donde quisiera ir.

Su cuerpo aterrizó en un colchón suave y blando, era blanco y tenía plumas a su alrededor, supuso que eso representaba a algún ángel, al sentarse en el colchón unas luces se prendieron y cegaron a la pelinegra, quien se cubrió con su brazo, hasta que se logró adaptar al extraño lugar.

Las paredes eran blancas, había cuadros vacíos y un aroma raro estaba en el ambiente, aunque no podía distinguirlo bien.

Se levantó del colchón siguiendo su instinto, caminando derecho y sin dirección, buscando una salida de ese blanco cuarto y entonces empezó a correr, sus piernas se cansaban, pero se negaba a quedarse ahí, tan sola.

Al correr tan rápido termino cayendo al suelo por lo que este se rompió en mil pedazos llevándosela de nuevo a un vacío sin fin. Ella agitaba sus manos hacia arriba, pidiendo en silencio que alguien la ayude, pero no había ni una sola alma rondando por ahí y tampoco tenía sus poderes.

Intentó gritar, pero su voz no salía, se había quedado muda y sin otra alternativa solo se dejó llevar, cerrando sus ojos y dejando que su cuerpo siga cayendo, rindiéndose a su final definitivo o su karma.

Lee Sunmi cometió muchos errores a lo largo de su vida, pero eso debía suceder para llegar al momento en donde se encuentra, para terminar su vida y al final desaparecer, hacerse polvo y en un par de años renacer en otro cuerpo ¿o no?

Mientras tanto Kang Yeosang ya no era el mismo, era otra persona completamente diferente, él ya no tenía miedo porque era el miedo, ya no lloraba, él los hacía llorar, no le importaba destruir ilusiones, romper sueños y matar a sangre fría, él ya no tenía nada por lo cual retenerse, así se quedará por lo que le reste de vida y el destino decida la hora de su muerte.

Pero ahora tenía un trabajo más importante y era derrocar a los guardianes sin elegido, debilitarlos más de lo que ya estaban, llevarse consigo una de sus almas y ya tenía la elegida, solamente tenía que aparecer en el momento correcto, sin errores, rápido y ponerle fin a toda esa fantasía.

Se sentó sobre unos sillones de terciopelo rojo y bebió una copa de vino dulce, miró fijamente a su sequito de sombras y aunque pudiera ver el rostro del que fue su padre en una de ellas no sintió ni un poco de empatía o compasión. Se cruzó de piernas y se sentó derecho sobre el sillón.

- ¿Algo que decir? – tomo otro sorbo de su vino. – Hablen si no quieren ser torturado. – y si con Sunmi habían conocido el mal, con él sería el triple de doloroso, después de todo estaba en su sangre. – Los guardianes están desesperados, se encuentran en un estado catatónico, más este ángel, está solo y es el objetivo perfecto. – al terminar de hablar, el pelinegro asintió, dejando su copa vacía sobre la pequeña mesa ratona. – No, él no me sirve, si realmente voy a destruirlos, tengo que sacarles el corazón. – su mirada se oscureció al pensar en ese chico de baja estatura y cabello blanco, el sanador del grupo, el guía y el más importante de los guardines. Después de todo ellos siempre fueron la fuente de poder de cualquier elegido, ese apoyo incondicional, después le seguía sangre "guerra" ese guerrero inquebrantable, pero siempre tienen un punto débil, igual que perdida, si cortas su hilo con el cantante de la muerte, prácticamente son nada, el cantante pierde su poder, quedando mudo, mientras que a un ángel le tienes que arrancar sus alas. Tal vez los más difíciles de separar son el amor puro y verdadero, ellos siempre se encontrarán, no importa que pase en el medio, a no ser que uno de ellos muera, ahí se terminaba todo. Y Yeosang iba en serio, no pararía hasta verlos a todos muertos.

El elegido¹;; seongsang [ateez!]Where stories live. Discover now